miércoles, 30 de diciembre de 2009

La importancia de la familia

Quedan pocas horas para la cuenta atrás. Pronto habremos completado la primera década del S.XXI
Ya han pasado 10 años desde que entramos en el nuevo milenio y son ya demasiados apocalipsis fallidos a lo largo de la historia como para seguir esperando el fin del mundo tal y como lo conocemos. Aunque para algunos ya haya empezado la amenaza, entre la permisividad del matrimonio homosexual, las adopciones por parte de estos, el aborto (obviamente ya el heterosexual, que aquí pecar, pecamos todos) y el divorcio, la definitiva causa del fin de la familia verdadera... ehem... pues ojalá se cumpla la fatídica profecia y que, para seguir engendrando anomalías de la naturaleza como el propio Rouco Varela, quede, definitivamente exterminada la concepción de la familia como este y sus secuaces tienen entendido. Pero vamos, esta vomitona es producto del calentón inicial, después, todos esos que formamos parte del gran colectivo que configuramos múltiples y diversos modelos de familias alternativas a la tradicional, este último no por ende siempre lo mejor, seguimos respetando a quienes mantienen una estructura familiar con las figuras de padre, madre e hijos. Porque la familia, no sólo es esa combinación, pero sí una de ellas, como tantas otras que existen y, sólo hace falta asomarse a la ventana de la realidad, la auténtica y verdadera y contemplar que la familia va más allá de las convenciones instauradas hasta la fecha.

Como apuntaba en el título del post, la importancia de la familia, no sólo en estas fechas, si no a lo largo de todo el año, tiene un gran peso en la vida de las personas en mayor o menor medida, es por eso que, como es algo con lo que debemos convivir, que mejor que adapatarse al modelo familiar que cada cual encuentre más conveniente. Yo entiendo que la familia es quien te apoya, te cobija y te soporta en los momentos bajos, entonces, ¿Porqué debería asumir que es más importante para mí, por ejemplo, una persona a la cual veo un par de veces al año y por compromiso que con quien día a día convivo y nos ayudamos mútuamente, a la par que el afecto en la misma proporción es mayor? Habrá quien opine que la familia es aquella con la que hay unión cosanguínea o los votos dados en el sagrado y heterosexual matrimonio ante Dios, yo así entiendo un modelo de familia posible, pero como anunciaba en el párrafo superior, no el único. Los demás, nos encontramos con trabas legales, ya no sólo eclesiásticas (o debería especificar: un sector de la iglesia católica) Por suerte y más por el esfuerzo y el trabajo de muchos, día a día se superan vallas y se derriban muros, modificando la ley, y bajo la minuciosa burocracia, se consigue, poco a poco, igualar derechos a otros que los han obtenido por ley natural, no siempre la más justa, bien lo saben los hijos de padres que no han dado el afecto ni cubierto las necesidades básicas que, según la ley natural, deberían haber ofrecido a sus descendientes y sin embargo, estos lo han podido recibir de una familia de acogida, por citar uno de entre tantos ejemplos...

Rubrico todo esto y desde aquí me (son)río de quienes acuñan para sí la defensa por la familia, cuando pienso que, con eso, me ahorran salir a la calle a defenderme, porque aunque ya se que sólo reconocen un modelo de familia, yo, siempre defenderé la familia. Porqué los símbolos no son sino, la forma de un concepto que nosotros les damos.



¡Feliz año nuevo!


domingo, 20 de diciembre de 2009

miércoles, 2 de diciembre de 2009

"Invisible", by Paul Auster.

Después de leer “Un hombre en la oscuridad” me quedé un tanto desolada, supuso un bajón considerable, siempre desde mi humilde e inexperta opinión, en la obra de mi escritor fetiche Paul Auster. Una mala época para mí, dado que contemplaba impotente como se derrumbaban en mi conciencia los que hasta en ese momento habían sido mis referentes, musicalmente hablando, presenciaba como Nacho Vegas ascendía, para lo que representaba a algunos, compartiendo disco con Bunbury, para mí una punzada en el corazón que no llegaría a ser casi herida de muerte hasta su fatídica colaboración con la Rosenvinge... Estaba rozando el cielo en su trayectoria según muchos dentro de los círculos de determinada crítica especializada.... pero para mí significaba poco más que una rendición ante los cantos de sirena de la popularidad. Por suerte, algo bueno salió de esa experiencia, grandes temas incluídos en “El Tiempo de las Cerezas” y algo de vitalidad a su rostro tras los refregones con la ratita presumida, que no le venía nada mal al asturiano... Y por otra parte, la caída en picado, de mi idolatrado Woody Allen hasta llegada de un lastimoso declive, no se si por causa del efecto 2000, nada producido a partir del nuevo milenio merece la pena, salvando tal vez de la quema la cuestionable “Match Point” y agradeciendo su resucitación con la última, modesta y nada pretenciosa “Whatever Works”, que recuerda al Allen que todos queremos y veneramos filmando su amado manhattan, con historias sencillas y cercanas, ridículas y risibles, lejos de todo glamour, con el talento suficiente que no requiere de ostentación alguna para brillar por su propia estela.

El caso es que llegué a un punto en el que me decía a mí misma para pretextarles: Si es que no se puede sacar cada año un disco, una película, una novela excelente, por fabuloso que seas en tu trabajo. Lo de estos tres hombres que cito, estoy segura de que requiere de laboriosa entrega profesional y concienzudo y meticuloso empeño en extraer de lo bueno lo mejor, no me cabe la menor duda, pero, sin una dosis de genialidad y talento, el resultado jamás podría ser lo que estos artistas han ofrecido a la humandidad. Tal vez suene exagerada para algunos, pero es mi parecer y mi gusto y sólo el tiempo puede quitarme la razón, maltratando el conjunto de sus obras, desterrándolas al olvido y desmereciendo el lugar que deben ocupar en la universalidad de sus distintas manifestaciones artísticas.

Y digo todo esto en un duro, pero que pretende ser un halagador prólogo para afirmar gratamente que, aquel mal sabor de boca que me dejó el, hasta la fecha, último trabajo de Auster, se ha desvanecido gracias a la frescura y el aliento que me ha devuelto la magnífica “Invisible”. Acertadísimo título, cabe añadir, aunque bien podría haber sido también “1967”. Y es que hay años en todas las historias personales que marcan una inflexión en el devenir de sus protagonistas. No obstante, el título finalmente adjudicado atina más que cualquier otro presumible nombre con el que esta novela hubiera sido presentada: “Un rostro corriente, en cierto modo, una cara que resultaría invisible entre cualquier multitud”, y con esta frase, ya lapida por donde recorrerá el hilo argumental a lo largo de lo que nos quiere contar, y tan sólo estamos en la tercera página. Sublime.

Antes de proseguir, debo advertir que, si alguien se guía por la reseña escrita en el dorso del libro para decidirse a leerla, mal asunto. No lo recomiendo. En mi caso suposo más un prejuicio (algo me evocaba a mi odiada “Soñadores”) que me hubiera provocado rechazo de no ser que se trata de Auster y eso, pese a mí anterior decepción, merecía el beneficio de la duda. Ante según que reseña, que más mal que bien le hacen a la obra, yo cambiaría por un: lea las veinte primeras páginas, y si tras la lectura de estas decide abandonar, nadie se lo reprochará. Yo, que lo leí prácticamente de principio a fin, le puedo asegurar de que no va a poder parar hasta alcanzar el último punto y final.

Quien haya leído algo en alguna ocasión escrito por Paul Auster, incluso en las películas cuyo guión es de su puño y letra, ya debe saber que, en sus historias siempre hay algo más oculto. La metaliteratura está muy presente, así como recambolescas tramas a la par que verósimiles en muchas ocasiones si pasamos por alto la contínua tendencia de este por sobrevenir a los giros de la mano del azar y las casualidades oportunamente encontradas. Pero en esta excepcional ocasión el azar está ausente. En el aspecto técnico destaco el brillante trabajo narrativo, como ya desde décadas viene demostrando y deleitándonos. “Invisible” cuenta de cuatro partes, de las cuales se podrían hacer múltiples interpretaciones: 4 historias, pero que la suma desembocan en un todo, cuatro estaciones, cuatro localizaciones, cuatro estados de ánimo y/o madurez... Y así hasta que nuestra imaginación diga basta. El autor, a lo largo de cada parte salta de un narrador a otro cambiando de la primera a la tercera, pasando por la segunda persona. Desde diferentes puntos de vista, según emplee uno u otro personaje. Consiguiendo atraparte en esa apasionante historia que emerge desde una anécdota transcendente y desde la cual se va desgranando y expandiendo al tiempo que se introducen nuevos personajes que, encabezan el protagonismo a su paso, aturdiendo, para gran regocijo del lector, y reestructurando a cada página el argumento, recomponiedo las piezas tratando de formar este puzle que no se nos muestra completo hasta el final. cuando todo está encajado.

Personalmente, al terminar una novela de Auster siempre me queda esa sensación de tratar de averiguar, aunque sea por mera intuición, qué hay de cierto, de verdad, de real, en lo relatado. Acabo por ceder y aceptar que Auster, en esto del arte del engaño, es un gran maestro.