lunes, 27 de febrero de 2012

De estrenos y Pre-estrenos

Arranco la semana con un post cinéfilo. No voy a hablar de los Goya o los más reciente Oscars, ni de los Independent Spirit Awards. No lo voy a hacer, entre otras cosas porque no he visto ninguna gala, y en lo más que me he centrado este año, precisamente, han sido los posados en las alfombras, hay que ver, quien me ha visto y quien me ve.

Lo que voy a hacer es dejar unas breves reseñas (acompañadas como siempre de mi opinión, aviso, habrá ligeros spoilers…) sobre tres de las recientes películas que he visto, algunas todavía no han llegado a nuestras pantallas, pero caerán en breve, y un par han tenido mención, e incluso algún premio de los citados al principio. Pero entre mis preferencias para mi elección a la hora de visionar uno u otro film no cuenta si tienen o no candidaturas o se han alzado con algún galardón. Y para prueba diré que contra toda sugerencia, opté por ver El Monje la semana pasada, de la cual omitiré comentario alguno, a lo sumo me defenderé aludiendo al capricho de ver qué y cómo habían rodado de la ciudad que me da cobijo y argumentando que una peli con Sergi López y Vincent Cassel bien debe verse… por pésima que sea…

Por orden de visionado, que no necesariamente por agrado.


Take Shelter

Segundo largo del director Jeff Nichols y protagonizado por un espléndido Michael Shannon, mirando la filmografía del director este ya aparece en su primer film (Shotgun stories) y también está presente en el tercero, aun en post-producción (Mud). Sin duda, podemos estar ante el actor fetiche de este novel director de treinta y tres años que augura proyectar un buen futuro cinematográfico. Comparte cartel, aunque en un segundo plano, la pelirroja de moda vista también en las aclamadas “Criadas y Señoras” y “El árbol de la vida”, según su ficha en el imdb, en la actualidad se encuentra rodando y hay en post-producción cinco títulos más, efectivamente, se trata de Jessica Chastain. Nos vamos a empachar. Pero bienvenido sea. Con actrices de su envergadura merece la pena tales atracones.

La peli es inquietante, durante sus dos horas consigue ponerme en un estado de alerta continúo en el que mis nervios se llegan a enervar de tal manera que resulta incluso doloroso. Diría que su realización es soberbia, en el buen sentido de la palabra, si no resultara pedante y snob por mi parte, dados mis escasos conocimientos técnicos. Pero sí puedo pronunciarme como rodada espectadora y subrayar la exquisitez de sus planos, la fotografía, los efectos especiales, y, a nivel narrativo, la brillantez del tempo a lo largo de toda la historia. Bueno, salvando el malogrado final, que no desvelaré, pero que particularmente me supuso un jarro de agua fría. Y como en el resto de pelis que vengo a comentar, son esos desenlaces que hacen que se me quede cara de gilipollas y pierda de vista todo lo que acabo de presenciar para ver mi mente inundada por un único pensamiento: ¿He entendido algo?

Como reseña apuntar lo que en cualquier página se puede leer: Un hombre empieza a sufrir una serie de pesadillas que le obsesionan hasta el punto de empezar a creer que está sufriendo brotes esquizofrénicos, pues lo que no debería ser más allá de un sueño, le preocupa que se haga realidad.


Nader y Simin, una separación

La peli empieza con el divorcio de una pareja frente al juez (la cámara). Divorcio concedido, no así la custodia de la hija en común a la madre para poder llevársela con ella a Paris, ya que requiere del permiso paterno para sacarla del país. A partir de aquí los acontecimientos desencadenan una serie de conflictos que exponen a los personajes a tomar decisiones que van acumulando despropósitos para mantener amarrados sus intereses particulares.

Dirigida por Asghar Farhadi, director iraní que entra a formar parte de los directores iraníes de los cuales tengo conocimiento, por el momento la lista la engrosan él y Abbas Kiarostami. Sí, efectivamente, así de inculta soy…

La peli me gustó, el ritmo, la narrativa, el realismo de sus historias. Las interpretaciones. La exposición de la cotidianidad, y lo absurdo y relativamente sencillo que puede resultar encontrarse metido en un grave embrollo, le dan esa chispa de grata normalidad, sin excentricidades, giros inesperados (toda la trama, aunque delirante en ocasiones, se me hizo previsible), no deja de ser notable precisamente por la sencillez, aparente, con la que se nos muestra esta historia. Lo cual de por sí ya resulta todo un reto nada fácil de lograr. Traspasar la pantalla con verosimilitud es lo menos frecuente que se da, en mi parecer requiere de grandes esfuerzos.


Martha Marcy May Marlene

Si en Take Shelter, el protagonista era atrapado por sus pesadillas, en este film, Martha es quien huye de las suyas. Una huida física y psíquica del lugar donde ha estado perdida de todo y todos durante los dos últimos años.

El punto de partida es el regreso a Martha a su entorno familiar, su hermana, la única familia directa que le queda, tras abandonar una secta. La trama se va desarrollando mediante recuerdos de la protagonista alternando con el presente. Así nos va revelando el pasado de Martha. Es desde la casa de verano de su hermana y su marido, que Martha rememora lo vivido por Marcy May.

Protagonizada por Elisabeth Olsen, hermana de las gemelas Olsen (esto no debería asomar en su currículum en el apartado de referencias, pero sin embargo, mirándolo positivamente dice mucho a su favor si ha sobrevivido, y tan estupendamente, a crecer junto a ellas) Y por unos secundarios de primera clase, en el papel de Lucy, hermana de Martha, Sarah Paulson. Y en el papel de Patrick, el líder perverso y manipulador hallamos a un John Hawkes, al que vimos recientemente en Winter’s Bone, película que me recuerda a esta por su asfixiante atmósfera, y en la que este estupendísimo actor encarna a un personaje con su lado oscuro, pero sin perder la humanidad que el que en esta película interpreta. Su fisonomía puede provocar una tendencia a caracterizar personajes turbadores, e incluso a perdedores (como lo recuerdo en Me and you and everyone we know). Además cabe añadir que he descubierto que además de actor, John Hawkes, forma parte de una banda musical llamada King Straggler

Por ahora lo que dejo es el vídeo de Hawkes tocando y cantando Marcy’s song, el tema que interpreta en la película.

Los trailers correspondientes los enlazo en los títulos.


viernes, 10 de febrero de 2012

Mamá, ¿Por qué...?

Mamá, ¿Por qué tienes tan pocas pestañas y tan cortas y yo tan largas?

Pues no lo se, hijo, francamente. No había reparado en mi acelerada alopecia en los párpados, al igual que, siendo más consciente de mi creciente y alarmante pérdida de cabello me lleva a pensar que o sufro demasiado estrés o tengo graves problemas hormonales (o ambas cosas vienen relacionadas) que me están causando esta caída precoz del pelo y tengo tantas cosas que hacer, tan poco tiempo y tantas preocupaciones prioritarias a mi aspecto físico que estoy descuidando, ya no sólo algo aparentemente superficial, lo terrible es que se trate de algo nocivo para mi salud.

Pero es no fue mi respuesta.

Hay mi hijito, porque te hice con tanta dulzura y amor que tus pestañas crecieron y crecieron formándose largas y fuertes para adornar tu mirada angelical….

No, esa por descontado que tampoco fue mi respuesta.

Ay, hijo, y yo que se.

Y esa sí fue la respuesta. Acertada o no. Acompañada de una extraña mueca, el inquietante pensamiento durante las siguientes horas de la posible respuesta nº1 y la duda bañada por el sentimiento de culpa de si no debiera haber respondido la noña y edulcorada posible respuesta nº 2…

miércoles, 1 de febrero de 2012

Vivir la muerte

Nadie deja tanto tiempo la ropa tendida. Digo esto porque desde hace semanas que vengo observando las mismas sábanas colgadas en una azotea cercana a la mía. Se ha convertido ya en un ritual mirar el tejado del edificio de enfrente con el deseo de ver por fin las cuerdas vacías, o por lo menos, con una ropa distinta. Pero no, siguen ahí. Lo espeluznante es que es un juego de cama igual a uno que tengo. ¿Quién se muda olvidando recoger la ropa en el tendedero? Aunque lo más probable es que su dueño o dueña haya muerto, y nadie de su entorno, si es que tenía a alguien, supiera que tenía colada por recoger. Esto es lo más lógico a lo que llego, pero tal vez mi lógica sea macabra y otra persona pudiera tener otra teoría del porqué siguen ahí todavía esas sábanas tendidas. Quizás la continua presencia de la muerte que me ronda de un tiempo a esta parte haya causado mella y todo me lleva a las mismas conclusiones en relación a la de la guadaña.

Constantemente tenemos noticias del fallecimiento de un u otro famoso, y asistimos al acontecimiento como corresponde, desde la lejanía y el distanciamiento emocional que nos toca por la muerte de un ser desconocido, algunos, pese a no haberlos conocido en persona en la vida, nos afecta de un modo más o menos cercano por la simpatía que pudiéramos tener hacia el personaje público. Luego hay miles de muertes al día de auténticas personas anónimas que son noticias, e incluso ni llegan a ocupar una milésima de segundo en ningún telediario y que no nos despiertan el más mínimo sentimiento. Y luego tenemos el conocimiento de la desaparición de los conocidos, y más próximo, los allegados. Y entonces ahí sí. Nos invade ese sentimiento entre el miedo por la muerte en sí y el abatimiento por lo poco que somos, lo insignificante de nuestra existencia, la levedad del tiempo que vivimos, la fugacidad del tiempo. Como podemos recorrer en unos instantes el curso de toda una vida a través de la recopilación de unos cuantos recuerdos. Nos rodeamos de todos los tópicos habidos y por haber, en actitudes y conversaciones. Los rituales, y el transcurso por los clásicos cinco estados: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Bien. Pues cuando tienes cerca a un ser querido enfermo todo esto que he descrito se vive en bucle. Lo que debería ser un episodio natural que forma parte de la vida, se convierte en un estado permanente en el que la muerte, casi forma más parte de tu vida que la propia vida en sí. Vivir la muerte. Así titularía yo un master, un ciclo de conferencias o lo que fuera que tratase de como afrontar una enfermedad terminal. Porque si es sabido, las propias palabras lo enuncian ya, que el fatal desenlace no es otro que el final de la vida, la incertidumbre reside en no saber cuando se sucede este, eso sí, inminentemente. De un momento a otro, puede que esta tarde, o tal dentro de seis meses, o quizás mientras escribo esto, alguien está emitiendo su último suspiro. Y mientras te haces a la idea, una y otra vez de que esa persona que tanto quieres va a dejar de existir para siempre, te olvidas casi de seguir viviendo, y la condenada muerte te gana doblemente, siempre vence la partida, porque a todos nos llega un final, y para quienes tienen la oportunidad de irse preparando le marca otro tanto.

Hay quien piensa de todo esto que es una suerte vivir una muerte anunciada. Así te haces a la idea, te puedes ir despidiendo, dejar tus asuntos zanjados e incluso preparar tu propio funeral. Esto es una absoluta gilipollez. Todos tenemos una muerte anunciada. Si quisiéramos hacernos a la idea lo tendríamos asumido y todo ese rollo de despedirse, etc, lo llevaríamos a cabo cada día, como si fuera el último que vamos a vivir. No irnos a la cama sin antes solucionar ese enfado con la pareja, tendríamos nuestros papeles en orden para facilitar las gestiones a quien tuviera que hacerse cargo del funeral. Dejaríamos por escrito, siempre con derecho a revisión cada determinado tiempo, pues todos podemos cambiar de opinión a medida que pasan los años, sobre qué vestido ponernos, y qué esperamos que hagan con nuestros restos, así como qué actitud debe tomar la familia y amigos llegado el día. Como quien organiza su fiesta de cumpleaños, así deberíamos tomar conciencia y preparar nuestros últimos días.
Sin embargo, creo que, como la mayoría de animales, no somos plenamente conscientes de que nuestro tiempo tiene un límite, y ese día ha de llegar, de una u otra manera. Corremos como gacelas por instinto de supervivencia, y eso está bien, no hay que rendirse, pero tarde o temprano el depredador nos alcanza.

Es bello, dentro de la tristeza que acompaña toda pérdida, morir de viejo. Recientemente he tenido que hablar a mi hijo sobre una posible muerte inminente en la familia, y de como pese a tener todo el derecho y ser natural, de estar tristes, también la muerte a una edad avanzada es algo natural que debemos asumir. Le he tenido que hablar de la crudeza de la naturaleza, de que todo tiene un principio y un fin, no es algo que le venga de nuevo, lamentablemente ha crecido sin uno de sus abuelos y el otro falleció cuando era demasiado pequeño como para recordarlo de manera traumática, no obstante, a medida que ha ido creciendo, se ha ido preguntando como es esto de la muerte. Y ahora, en una edad sumamente difícil como para no afectarle apenas, ni entenderlo de forma adulta, lo tiene que afrontar. Sin duda, la muerte jode más a quienes se quedan esperándola venir de nuevo que a quienes se van con ella.

Hace algo más de quince días, los médicos de un hospital nos dieron la terrible noticia de que a mi madre le quedaban días de vida. Hemos estado a su lado las 24 horas a lo largo de una semana, luego, en vista de su aparente mejoría, hemos intentado restablecer cierta normalidad en nuestras vidas, ahora pienso que mientras espero que ella nos deje puede suceder que antes muera yo de cualquier otra cosa, que se yo, accidente, o a saber (hete aquí otro tópico de quienes respiran la muerte cerca), por tanto opto por pensar en el clásico: “un día más”, cada uno que pasemos con ella, que no el “un día menos”, diría realista, pero porque se tiene que asumir siempre que lo realista tiene que ir de la mano con lo pesimista. También es una realidad entender que se vive un día más, que lo vivido el día anterior, a cada día que pasa.

Lo que importa es no sufrir, ahuyentar el dolor. Empiezo a estar harta con la idea de que la vida es sufrimiento, que si vivir es sufrir... Tener ganas de vivir y poder vivir lo más parecido a lo que nos gustaría, que ni es tan fácil ni siempre se puede. Mientras nos empeñamos en ganar a la muerte, nos olvidamos de vivir.