En frente tenía a un par de mujeres que no hablaban, chillaban directamente para comunicarse, aunque bueno, lo de comunicarse es un eufemismo, porque dudaba mucho que ninguna de las dos escuchase a la otra y no por falta de volumen en su timbre de voz. Su concentración mental consistía en no filtrar esa estúpida conversación, o más propiamente dicho, sus cacareos. Así todo se reducía a un molesto, incesante y martilleante ruido de fondo, lo último que me faltaba era meter más mierda en su cabeza, prefería un estrepitoso murmullo a saber si la nuera de fulanita se había separado o si a la de la falda roja no le dieron hora hasta al cabo de tres meses para curarse el juanete...
En ocasiones, le entraban ganas de matar.
Dos críos campaban a sus anchas a lo largo del vagón, bajo la total y absoluta falta de atención de la mujer que supuestamente estaba a su cargo. Saltaban de asiento en asiento, chillaban, se pegaban... y sólo de vez en cuando, cuando a la señora se le hinchaban los ovarios, les soltaba un bocinazo, agarraba al más pequeño del brazo, con la suficiente energía como para dejarle sus dedos marcados y lo sentaba de malas maneras en el asiento, su máxima era amenazarlos con que el revisor les iba a echar del tren, ¡claro que sí, poniendo a la práctica uno de los pilares claves de la educación! delegar toda autoridad a cualquier otra eminencia, sea el médico, el profesor, o como en este caso, un revisor.
Y es que en ocasiones le entraban ganas de matar.
Entraron en un túnel y miró hacia el exterior, en el cristal de la ventana vió su cara reflejada. Esa cara que durante todos estos años veía al despertar, no siempre al acostar, y pocas veces más a lo largo de la jornada... Y aunque un tanto envejecida, sobrellevando sus "marcas de expresión" conocidas toda la vida como arrugas y sus incipientes canas, al final siempre se reconoce. Sólo que, es ya con demasiada frecuencia que, cuando se mira a los ojos observa esa mirada apagada y triste, sin brillo, sin ilusión. Pensaba. ¿Y qué me importa que seamos tan ruidosos? Ponte los auriculares y ensordece el griterío con buena música... ¿Y porqué no decirle a esa mujer que si le vuelves a ver agarrando con tanta fuerza del brazo de un indefenso niño no sólo le vas a llamar la atención y dejarla en evidencia, si no que vas a denunciarla por abuso y maltrato de un menor, y que más le valdría entretenerlos jugando, hablando con ellos, leyendo un cuento o con cualquier otra actividad, que existen infinidad de ellas con las que distraerse durante un viaje en tren?
Y entonces pensó, ¿Para que matar, si mejor sería morir?
Bajó en la siguiente estación. Se sentó en un banco en el andén y al oir anunciado el próximo tren sin parada, se levantó, se acercó a la vía y cuando le vió llegar, se precipitó ante este.
Kamikaze
-
Tropezó mil veces sobre la misma piedra, pero no era un error. Quería
suicidarse. La piedra estaba en el umbral, una losa suelta que él mismo
había puesto...
Hace 15 horas

