martes, 27 de noviembre de 2007

Mis datos son míos, mi tesorooo


En los últimos meses he notado un incremento considerable en las llamadas telefónicas a mi número particular por parte de empresas de otras telefonías y otros servicios. Evidentemente, el objetivo de todas y cada una de estas llamadas es la venta de algún producto, con lo que la llamada en sí se reduce a publicidad con el fin de captar un cliente. Y estoy harta. Que digo harta, que no tengo los cojones a punto de estallar porque no tengo, pero no caben dentro de mí los ovarios que me oprimen tanto de lo hinchados que están y que han terminado por hacerme estallar hasta tal punto que defeco (por no ponerme escatológica y decir directamente cago) mierda y bilis todo en uno.

Suficiente invasión a mí intimidad sufro por padecer, como el resto de los mortales, la llamada al consumo por parte de los distintos medios de comunicación públicos que no satisfechos se lanzan a conquistar más mercado entrando en nuestros hogares a través del teléfono. No contentos con sus campañas, dejan en evidencia el control al que estamos sometidos, por una parte, dándote información privada de tu propia vida sin conocimiento de haber dado tu permiso o con la desfachatez de sonsacarte, de manera directa, la que desconocen, o cuando no, la dan por sentado. Como la vez que, a causa de hallarse ausente el titular de la cuenta, tal vez yo sería la segunda persona al cargo para tomar decisiones y responder a unas preguntas, pero se echaron atrás cuando el cuestionario requería hombres de un intervalo de edad determinado, por lo que A) Siempre he sido la persona al cargo de tomar las decisiones de mi casas desde que abandoné la casa de mis padres, lo primero ofende y B) Podrían haberse ahorrado la charla, eso o si que tengo la voz grave, ¡leches!

Tras una rápida presentación por parte del teleoperador (o televendedor, no sabría como llamarles) en la cual a penas tienes tiempo de recordar su nombre por no mencionar la empresa por la cual dicen trabajar, empieza el interrogatorio, eso cuando no preguntan directamente y entonces tienes que intervenir y pedir con quien estás hablando tú. A la primera palabra que emiten ya se que se está tratando de este tipo de “conversación”, en mi caso es fácil detectarlo: Empiezan preguntando por el titular de la línea, cuando se que no da este número para nada, entre otras cosas porque no ha vivido nunca aquí. A continuación sugieren la relación/parentesco que guardas con él. Aquí empieza lo divertido: Me convierto en señora de automáticamente, parece ser que poco han avanzado los modales y la educación en cómo dirigirse a un extraño vía teléfono. El clásico esquema familiar formado por mamá-papá-niños-perro-jardín es el único modelo que conciben. Y si no, ya tienen nueva información añadida: A la pregunta: ¿Es usted su esposa? Estás atrapado, pues si respondes no, preguntan directamente de quien se trata, o si obvias te dan el trato de señora de directamente sin opción a rectificación. Si la respuesta es no, la mayoría ya delataría inocentemente más de la cuenta, como por ejemplo: no, soy su pareja, o soy la persona que tiene contratada para las tareas domésticas, o su hermana, o compañera de piso o… y en todas y cada una de estas respuestas ya hay información añadida (modernos-liberales, económicamente solvente y laboralmente bien situado, cohesión familiar, joven que comparte piso, probablemente estudiante… a saber la de cuestionarios que tienen por rellenar para afilar sus perfiles)

Al principio de recibir este alud de intromisiones me mostraba educada y tajante: No, no está. Perdone, no me interesa, gracias. Pero luego han empezado a mostrarse competitivos y persistentes y no te dejan colgar tan fácilmente respetando ciertas normas de educación que no incluyen colgar dejando con la palabra en la boca. Según me pillan me lo tomo con humor y doy respuestas de lo más ocurrentes, disparatadas, comprometidas, cortantes… Porqué se que es una batalla perdida. No van a dejar de acosarme.

En la experiencia de hoy, por el momento sólo he tenido una, pero al cabo del día todavía podría repetirse un par o tres de veces más, me he dedicado a preguntar yo quien les había facilitado mi número, no acaba de formular la pregunta que ya me estaban soltando la lista de obsequios con la que me querían conquistar (y yo, soy de las perversas mentes desconfiadas que cree firmemente que nadie regala nada a cambio de nada). Supongo que debo haberme mostrado un tanto arisca porque por esta vez he conseguido que fueran ellos quienes me colgaran el teléfono.


¿Soy la única persona a la que llaman? ¿Percibís este aumento del telemarketing? ¿Cómo actuáis en caso de encontraros en tal situación?

lunes, 19 de noviembre de 2007

Marca indeleble

Estaba tratando de dar forma a un relato que lleva semanas gestándose en mi mente pero no acaba de cuajar, no se si por falta de estructura o por mi estrecha moral que censura mi imaginación reprimiendo que la historia fluya, cansada de evidenciar mi falta de talento, doblé la hoja en la que estaba escribiendo para archivarla hasta que la inspiración hiciera acto de presencia, cuando el filo de uno de sus bordes me ha sesgado la parte reversa de mi dedo anular derecho. Justo a la altura en dónde iría la alianza, si es que la tuviese, y si no fuera porque el anillo que desposa en Catalunya se lleva en la mano izquierda, ya habría sacado una de mis conjeturas derivadas de semejante acto casual.
El corte ha sido rápido y fino. Al tiempo que doloroso. Demasiado tarde para evitarlo cuando he advertido como mi carne era rebanada por el afilado papel convertido momentáneamente en arma blanca. Rasgando la epidermis, atravesando la zona subcutánea hasta alcanzar algún capilar que seccionar hasta conseguir sangrar. Todo en cuestión de milésimas de segundo.
Me he llevado el dedo a la boca con la mano cerrada formando un puño. Mis labios han humedecido la zona afectada, chupando la herida primero y succionando posteriormente, sintiendo el sabor de la sangre.
Las plaquetas desempeñarán su labor y crearán una delgada placa en la superficie de mi piel. Testigo de mi incapacidad por escribir algo elaborado, reflexionado, organizado… En definitiva: trabajado. Y durante el tiempo que permanezca, me acordaré cada vez que vea esa efímera costra, de mi falta de concentración, de persistencia, de mi absoluta veleidad. De mi poca seriedad. La huella de mi fracaso, una vez más.
Por fortuna el rastro terminará por desaparecer. Lo difícil, como siempre, será olvidarlo.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Lo mejor de Vivre sa vie



Aquí la versión doblada al castellano (Es terrible, pero lo enlazo para quienes no entiendan el francés o el inglés. Ya quisiera poder colgarlo con subtítulos en español, pero carezco de las herramientas necesarias, lo siento, he posteado lo que he encontrado en youtube)

domingo, 11 de noviembre de 2007

Valores

Las colas ya me cuestan de entender, me molestan las que nos obligan a hacer por cualquier cuestión burocrática, en la declaración de la renta, la oficina de empleo, la renovación de documentos de identidad, pasaportes… Luego están las que en mayor o menor medida eliges libremente pero son ineludibles: visitas médicas, la compra de primeras necesidades, transportes públicos… Y por último están las dedicadas al ocio: teatro, cine, conciertos, restaurante… Pero las más inauditas a mi comprensión son, sin duda, las que esta noticia destaca. Y lo más incrédulo a mi forma de entender la vida es el orgullo de quienes las practican. Las colas de por si horas antes de que abran el establecimiento ya me parecen lamentables pero, la actitud a continuación, una vez dada por inaugurada la veda de caza me resulta bochornosa. Todos a la carrera por alcanzar una pieza de ropa carente de toda originalidad, pues son harapos fabricados a millones en cadena de una calidad pésima. Es vergonzoso. Desde el primero al último quieren ir a la moda, vestir el último grito, destacar por encima de los demás, pero, curiosamente, ese afán por ser el más fashion no deja de colocar a este tipo de persona en un gran saco donde impera un único estilo y acaba imponiéndose un cliché estético más digno de un colectivo homogéneamente uniformado lo más alejado del deseo individual por ser excepcional. No me impresiona tanto el delirio que posee a más de uno en época de rebajas, puestos a tenerse que vestir es un signo de inteligencia pretender adquirir la misma prenda a un valor inferior del inicialmente marcado, pero, está estudiado que, no sólo se compra más de lo estrictamente necesario, se acaba por gastar más. A fin de cuentas, es lo que pretende este tipo de campaña y a la vista está que les da buenos resultados.
Supongo que ponerse un tipo de ropa hace sentirse Madonna o Emmanuelle Béart (por absurdo que me parezca) y quedar a un paso de asistir a esas bacanales fiestorras cargadas de lujo y glamour que tan por los ojos entra suscitando la envidia y el anhelo de ser conquistarlas por formar parte de una élite que supuestamente te eleva en la escala social (y a mí que fatiga me entra con sólo pensarlo).
Todo esto lo asume y cumple su objetivo a la perfección la tan efectiva publicidad bajo la torrencial circulación de anuncios en los distintos medios. El gran gigante, el verdadero gran hermano, el Dios omnipotente y omnipresente de la sociedad consumista en la que vivimos. Hoy hablo de algo tan insustancial como con lo que nos cubrimos, el valor de la estética y las apariencias pero, lo inunda todo, y es una realidad en la que a la gente sólo le queda por comprar un cerebro nuevo. O no. Eso lo regalan ya con el coche que compras, la ciudad en la que vives, el partido al que votas, lo que vistes…

sábado, 3 de noviembre de 2007

Alarrota

Uno de los motivos, estúpidos por mi parte, pero que no había especificado entonces, por eliminar este blog no hace mucho (aunque el arrepentimiento no tardó en surgir y volví a crearlo), fue un arranque de furia contra la persona que más quiero, admiro y respeto (aparte de 3’15, pues son tipos de amor no excluyentes) por hacer lo mismo con el suyo. No tiene sentido que pagase los platos rotos este espacio, lo se, pero no siempre mi lógica actúa de forma sensata y coherente. ¡Y que leches!, la sí razón de la existencia de este no es otra que la que expresa el propio título, aunque a veces se acercaría más algo como Neurosis compulsiva, traumas y fobias con las que convivo.

El caso es que 160Kbps era un blog EXCELENTE, por más que su autor se empeñase en creer lo contrario. De temática musical, ahora queda un vacío en donde hubiera dado lugar a un post que estoy convencida no hubiese tardado en colgar. Y me he permitido la licencia de usurpar.




Miguel Bocamuerta se hacía llamar Alarrota. Poca información hay en la red de este cantautor calificado como maldito que decidió poner fin a su vida habiendo aportado al panorama musical de este país un solo álbum "Tú en Marte y yo en Plutón". (Se grabó en las Navidades del 2004/05 y sale a título postmortem en 2007) (Para mayor información visitar este Myspace) y el que quiera saber más sólo tiene que poner Miguel Bocamuerta en google, es absurdo reproducir aquí lo que otros han escrito.
Antes de que se plaguen los blogs con referencias a sus canciones y su talento (así lo ha vaticinado mi chico y doy fe que si para algo tiene ojo crítico es para este tipo de cosas, entre otras), me he querido adelantar como hubiera hecho él de no haber cerrado 160Kbps.

Cierto es que sus letras cautivan y su música es envolvente. Lástima que el éxito le llegará cuando ya no pueda gozar de sus beneficios económicos despilfarrando lo tan insustancial, pero necesario en esta maldita sociedad, que es el dinero en aquello que al parecer más le gustaba: las drogas, las mujeres, los ambientes nocturnos de mala vida

Su legado es breve, pero merece la pena ser reconocido, otorgándole el valor que le corresponde y ante todo, escuchado. Qué mejor homenaje.


"Por enésima vez", by Miguel Bocamuerta


Buceando por youtube he encontrado este vídeo con uno de sus grandes temas, no se si de cierto malgusto teniendo en cuenta que sesgó su vida ahorcándose. Y si la primera vez que he escuchado esta canción me he estremecido, no más al ver este vídeo ¿Adivinas por qué?