sábado, 1 de marzo de 2008

En la parada del bus

Cuando era una cría en mi pueblo no había muchas cosas que hacer. No las había o las desconocía. El caso es que nos pasábamos las tardes, entre otras cosas, sentados en la repisa del edificio de la SEAT (el concesionario que había al final de mi calle) que estaba en la esquina y que había adquirido la utilidad de banco a falta de estos. Un tiempo atrás la calle había sido de doble dirección, lo recuerdo por las grabaciones en super8 que guardo como reliquia y herencia de mi familia, de ser por mi memoria habría borrado ese dato, aunque al recordar la vez que me atropellaron volvería a ella, el vehículo en cuestión iba en dirección opuesta a la que circula el transito en la actualidad, pero eso, es otra historia. Como decía, los coches parecían salidos de la nada al girar y tomar la avenida. Era una sorpresa saber qué coche haría acto de presencia, así que uno de nuestros juegos era adivinar la marca, pero como tampoco estábamos muy puestos lo reducíamos al color. La diversión variaba de modalidades a medida que nos cansábamos de una u otra, así el juego pasaba a mayores cuando gracias al azar provocábamos intervenir supersticiones del tipo: Si el próximo coche que pasa es rojo te vas a ir antes de casa tú que yo. O algo más macabro y anunciábamos que si el próximo era verde yo moriría antes. Ha sido una moto, no cuenta, dijiste coche… Siempre ha habido una predisposición en mi entorno a atender a las artes adivinatorias, aun en forma de juego. Inventábamos juegos de cartas para adivinar qué nos deparaba el futuro. Hacer demasiado caso a ese tipo de patraña permite que cedas al azar, privándote de poder de elección. Como ya todo está predeterminado, ¿Para qué esforzarse? Es la tendencia de los perezosos, de los que tienen nulo convencimiento del poder de uno mismo, de los que se abandonan a la suerte sin afanarse en la voluntad de trabajar y acaban por creer que las cosas suceden por casualidad. En parte, si nada haces, así termina sucediendo, y lo peor de todo, acabas por culpar de ello a las circunstancias y no a tu propia actitud.
Que sí, que no deja de ser un juego de niños, como en la película Barrio, también tres amigos se sientan en un puente y se reparten entre los unos y los otros los coches que por debajo pasan en ese momento. A uno le toca una ambulancia, pero sólo se trata de un hecho fortuito, una coincidencia, no hay que prestar mayor atención, si buscamos significado, podemos encontrarlo para todo, incluso para lo que no tiene. O la perversa escena del joven en No matarás que lanza una piedra, también desde un puente, para ver contra qué coche golpea. Terrible. Y hablando de puentes, tengo ganas de ver esta película.



Recordaba esta anécdota de mi infancia porque ayer, mientras esperaba en la parada del bus, unos peatones accionaron el botón del semáforo, el autobús venía a lo lejos y me dio por formular el absurdo postulado: El bus representa mi vida. Si llega a tiempo de pasar todo irá bien, la suerte me sonreirá. Si se detiene, seguirá como siempre: obstáculos que me paralizan, deteniéndome, sin dejarme avanzar. El autobús se aproximaba, yo le animaba desde mi interior, ¡va! ¡Venga, vamos! ¡Puedes pasar! Se detuvo justo antes de la línea del paso de cebra cuando todavía estaba en ámbar. Yo me eché a reír. Ni siquiera era mi autobús.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace mucho,cuando una también era niña,escucho esta frase y se le quedo grabada...

"EL DESTINO ESTÁ EN LAS MANOS DE UN HOMBRE,
PERO NO PRECISAMENTE EN SUS LÍNEAS"

Años más tarde Pedro Guerra canto...

"NO ES BUENO QUEDARSE COLGADOS DE UN SUEÑO
HABRÁ QUE EMPUJARLO LLEGADO EL MOMENTO"

Y una sigue luchando y soñando...para que el hoy sea un poco mejor.

UNA FORTA ABRAÇADA!

38 grados dijo...

Todos hemos hecho algo parecido a lo de tu autobús....yo con bolas de papel encestarlas en la papelera...entonces en vez de lanzarlas desde una cierta distancia, me aproximaba para no fallar en el tiro (obviamente si encestaba eran cosas buenas). Así siempre mi destino era bueno...el problema es que a veces estos absurdos tienen una pequeña dosis de sugestión..
un besote.

Canichu, el espía del bar dijo...

yo es que como ya me han atropellado dos veces siempre he agradecido que no fuesen autobuses...

Anónimo dijo...

A mi me atropelló de joven, una bicicleta con cuernos,cuando me dirigía al instituto jejee. Y el otro día, un amigo casi atropella a mi cuñadada, pero estuvo indeciso entre consumar el acto o no, a su mente acudían con fuerza nuestros pensmientos jejejee

besitos

Anónimo dijo...

Si hubieses vivido en Valencia el autobús habría pasado. Aquí, cuando el semáforo se pone en ámbar, todo el mundo acelera.

Y el destino vital tal vez no esté escrito en niguna parte. Pero el deportivo tal vez sí. Yo he sabido si ganábamos o perdíamos un partido por detalles menores al de un autobús frenando o acelerando.

elbé dijo...

Yo creo que a pesar del autobús, todo te irá bien. Me da a mí que eres demasiado cabezota como para que no sea así.

Anónimo dijo...

Cuando yo era niño jugaba a lo mismo, lo que pasa que en vez de los colores del siguiente coche, intentábamos adivinar qué coche iría conducido por un palomo vestido de titiritero eslavo del siglo XV.

Nunca acertamos....

Sólo pasaban palomos vestidos de enfermeros, a quién c* le interesan los enfermeros?

Ok, por lo visto a los palomos con carnet de conducir, no obstante, sabes qué?
No hay día en que yendo por la calle no apueste conmigo mismo que el siguiente coche sí, el siguiente irá conducido por un palomo vestido de titiritero eslavo del siglo XV...

Me he puesto tierno.

:[

Arual dijo...

Yo jugaba en los viajes a contar coches de una determinada marca... me entretenía y no me mareaba, jeje!

Unknown dijo...

Para conseguir llegar al destino de uno hace falta currárselo mucho. El azar no tiene nada que ver con el destino; si dios juega a los dados, seguro que gana, pa eso es dios y lo sabe todo, jeje, pero que un pobre ser humano se juegue su vida con una moneda... joder, mejor comprar un billete de bus, a donde sea!
Salud!

Pilar M Clares dijo...

Yo tenía que acabar el tramo de las escaleras con el pie derecho. Esto en los de la rutina diaria estaba mecanizado, pero, ay, si me encontraba escaleras inesperadas era todo un malabarismo intelectual ¿son pares, impares, qué pie lanzar?

En fin, como dice mi abuela, que todo sea eso, Pi, porque la suerte no está echada, te lo digo yo, que soy, como sabes, muy pero que muy pitonisa. Y palante.

Mil besos.

JRB dijo...

Yo no creo en artes adivinatorias, salvo en el horóscopo del 20 minutos, pero es que ese horóscopo es especial, claro.

Una vez me leyeron la mano y me dijeron que iba a tener siete hijos. Siete, como siete días trae la semana.
Ese día corrí a mi casa y me escondí tembloroso bajo las mantas para no salir durante un mes. Desde entonces me niego a que nadie me pronostique nada, aunque yo hoy pronostico que el Madrid no ganará esta Champions.

Pedro Chincoa dijo...

"Es igual que el oido musical, se tiene o no se tiene"... que la certeza del azar es una causa vaga y cierta... que la mosca de esta película no está por ahí porque sí... que mi autobus sale en una hora y apunta el nordeste.
un saludo.