miércoles, 17 de junio de 2009

De lo que (mejor no) podría hablar

Podría escribir sobre aquellos maravillosos años (ahora lo parecen, entonces eran lo más parecido a vivir en el infierno, y es que el tiempo nos enseña que todo es tan relativo...) en los que, mi amiga y yo, bajábamos por la colina asfaltada descalzas a la salida del instituto, y ese chico que me gustaba aparecío en bicicleta y se paró a caminar junto a nosotras sumándose a nuestro pequeño acto símbolico de rebeldía contra lo establecido y descalzándose también hasta llegar al final del camino y tomar direcciones opuestas, esta vez ya, con los pies cubiertos por nuestros zapatos y una capa de roña añadida a nuestras plantas. Sí, de vez en cuando me acechan esos recuerdos románticos,probablemente distorsionados al entrar en juego la caprichosa memoria, un tiempo en el que todavía era una idealista, aunque ya apuntaba maneras, pues ya poseía mi característico sarcasmo, lo cual resultaba extraño siendo una ingenua soñadora, de lo que hoy por hoy ya no queda rastro.

Podría escribir una entrada anecdótica, historias no me faltan, palabras menos, si de algo ando sobrada es de verborrea descontrolada.
Pero no tengo ganas.

Lo que sí podría, sería escribir sobre lo mierda que es vivir con 3€ en el bolsillo para lo que resta de mes, y eso a día 5. Y esforzarse en no perder la sonrisa. Y lo mierda que es lamentarse una y otra vez y obligarse a tomar conciencia cada día de que la suerte de uno no se debe medir por lo que carecemos, si no por lo que tenemos, nos lo ganemos o nos lo den por propios méritos, o afilaría más: lo que realmente necesitamos. En la mayoría de los casos, un par de pulmones que sigan respirando sin tener que recordárselo a cada minuto bastan. Vale, y alguna que otra cosilla más.
Pero este tema me agota, me cansa y me deprime, y eso trantando de aplicar una perspectiva cargada de positivismo, supongo que tanto buen rollo e imposición de sonrisa me causa el efecto contrario.

Podría dejar de ser tan profunda(mente deprimente) y escribir sobre la última serie que me he ventilado en un par de semana, lo mío sólo tiene un nombre: puro vicio. 5 temporadas en un tiempo record. Mi vida social peligra en la misma proporción en que augmenta mi tendencia al aislamiento entre las cuatro paredes que por suerte, retomamos la visión positiva de la vida, me puedo permitir pagar, y que me son más que suficientes para disponer de una feliz y agraciada existencia.
Pero no lo haré, hay quien todavía me importa y que aun no la ha visto.

Podría hablar de sucesos que pasan y no en la ficción, y ni siquiera más allá del charco, en Estados Unidos, no, en el pueblo de al lado, de lo incomprensible que resulta que un crío de 10 años se vuele la cabeza intencionadamente.
Pero resulta demasiado doloroso y hay cosas con las que teniendo un hijo prefiero no tenerme que afrontar, no por ello dejar de reflexionar sobre la sociedad en la que vivimos, la presión a la que nosotros mismos nos sometemos y arrastramos a los demás hasta apretar demasiado la soga, provocando la asfixia.
Ya puestos, como el bueno de Carradine, que sea desde el placer y no desde el sufrimiento, aunque, ¿ Quien dice que no vayan unidos?

Podría hablar de lo quemada que estoy de tantas cosas, de que necesito con urgencia vacaciones y todavía queda un largo mes y medio hasta que estas lleguen... Pero sólo ayudaría a hacer más larga la espera.

Podría quejarme y decir, Nacho, pero que mal, muy mal, el vídeo oficial de tu dry martini SA es una puta mierda, por más que te idolatre, la coprofagia no es lo mío y no tragaré con tu mierda. Aunque esto último es tan banal, superficial, prescindible, supérfluo, y mezclarlo con lo realmente importante es rebajarme a la frivolidad, pues no está tan mal. No el vídeo, digo. Si no tomarse por unos momentos lo real a la ligera, para poder digerir que es esto lo que nos ha tocado vivir, y no hay más.


Y ya puestos, creerme la publicidad y pretender que la vida sea como un anuncio de cerveza, sin niños, sin gente mayor, sin feos o feas, sólo gente joven y guapa, la que triunfa en los sueños de lo que debería ser una estupenda y gratificante experiencia vital, luego sobrepasado el umbral de los 35 nos metemos una inyección letal y ya está. O supongo que, con los años, seguiré aprendiendo a relativizar. Y quien sabe si, si llego a los 50, dejo de estar amargada.

Por el momento voy a centrarme en hablar de un nuevo descubrimiento musical que contribuye a hacerme más soportable el tener que moverme de un lado a otro: Woods y su Rain on, de su último álbum “Songs Of Shame”. En mi estilo: nostálgicos, suaves, guitarras que no falten, voz masculina, aunque por momentos podría incluso resultar odiosa. Apetece escuchar tumbada y fumando, pero ni eso me provocar a retomar el hábito, que el pasado lunes cumplí un mes de haber dejado.

8 comentarios:

el simulacro continúa dijo...

los valores del nazismo triunfaron y nos aplastan, la juventud, la belleza, el poder, solo hay que ver el spot de estrella damm, nazismo puro y duro, no hay vuelta atrás.
así que cuando el vinculo familiar o la pequeña red de amistades se resquebrajan y el sufrimiento nos asola, solo nos queda rezar para que la locura no asome y lo destruya todo

el simulacro continúa dijo...
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El Impenitente dijo...

Eso, hija mía, céntrate y no te disperses, que a los cincuenta serás una madurita interesante y con un carácter insoportable y a los setenta serás una abuela desmadejada con síndrome de Diógenes que le gritará a todo el mundo. La misantropía es un placer, es cierto, pero déjatelo para cuando llegues a los cien. O a los doscientos.

SisterBoy dijo...

Ahora mismo imagino pocas cosas mejores que quedarse en casa viendo series de t.v.

Y además hay pocas cosas más baratas.

JRB dijo...

¿Quién castró al cantante de los Woods? ¿Fuiste tú en uno de tus ataques de furia contra el mundo?

Estoy con Sisterboy en lo de reivindicar el placer de ver series en casa. Hasta que no vi el primer capítulo de la 2ª temporada de True Blood, no me di cuenta de lo que la había echado de menos y de lo bien que me lo paso viéndola.

Y estoy contigo en lo de recordar con nostalgia idealizada aquellos años de instituto y aquellos veranos de 3 meses en los que la única preocupación era ponerse moreno, enamorarse y desenamorarse, no aburrirse durante la siesta y salir por la noche de botellón o a hacer el indio en las terrazas de baile del pueblo.

Y pensar que por aquel entonces me sentía frustrado y quería algo más... Menudo idiota.

Arual dijo...

A los 16 queríamos más y no sabíamos que a los 32 íbamos a añorar todo eso que teníamos. Supongo que nunca nos conformamos con lo que tenemos, siempre añoramos lo que ya pasó, y al final de todo este batiburrillos somos unos estúpidos (estoy usando demasiado este adjetivo últimamente) por no disfrutar los pequeños buenos momentos que nos puede brindar el presente. Aún con todo somos humanos, o al menos eso creo, y ese es otro más de una larguísma lista de errores que no dejamos de cometer hasta el día que nos disponemos a estirar la pata.

Lena dijo...

Creo que a pesar de todo lo que podrías escribir y no has hecho más que mencionándolo, eres una de las personas más positivas que conozco. Eres sincera y concisa. Recuerdo la primera vez que nos vimos...sabes? aprendí de ti algo que había olvidado hacía muchos años...que es VALORAR lo material por el valor de lo 'inmaterial'.

No cambies Pi...

Un abrazo enorme.

Fernando J. López dijo...

nostalgias, dudas, incertidumbres, rabias mal o bien digeridas y temporadas de series de tv... un resumen caótico y certero de los treinta. besos cómplices