miércoles, 1 de febrero de 2012

Vivir la muerte

Nadie deja tanto tiempo la ropa tendida. Digo esto porque desde hace semanas que vengo observando las mismas sábanas colgadas en una azotea cercana a la mía. Se ha convertido ya en un ritual mirar el tejado del edificio de enfrente con el deseo de ver por fin las cuerdas vacías, o por lo menos, con una ropa distinta. Pero no, siguen ahí. Lo espeluznante es que es un juego de cama igual a uno que tengo. ¿Quién se muda olvidando recoger la ropa en el tendedero? Aunque lo más probable es que su dueño o dueña haya muerto, y nadie de su entorno, si es que tenía a alguien, supiera que tenía colada por recoger. Esto es lo más lógico a lo que llego, pero tal vez mi lógica sea macabra y otra persona pudiera tener otra teoría del porqué siguen ahí todavía esas sábanas tendidas. Quizás la continua presencia de la muerte que me ronda de un tiempo a esta parte haya causado mella y todo me lleva a las mismas conclusiones en relación a la de la guadaña.

Constantemente tenemos noticias del fallecimiento de un u otro famoso, y asistimos al acontecimiento como corresponde, desde la lejanía y el distanciamiento emocional que nos toca por la muerte de un ser desconocido, algunos, pese a no haberlos conocido en persona en la vida, nos afecta de un modo más o menos cercano por la simpatía que pudiéramos tener hacia el personaje público. Luego hay miles de muertes al día de auténticas personas anónimas que son noticias, e incluso ni llegan a ocupar una milésima de segundo en ningún telediario y que no nos despiertan el más mínimo sentimiento. Y luego tenemos el conocimiento de la desaparición de los conocidos, y más próximo, los allegados. Y entonces ahí sí. Nos invade ese sentimiento entre el miedo por la muerte en sí y el abatimiento por lo poco que somos, lo insignificante de nuestra existencia, la levedad del tiempo que vivimos, la fugacidad del tiempo. Como podemos recorrer en unos instantes el curso de toda una vida a través de la recopilación de unos cuantos recuerdos. Nos rodeamos de todos los tópicos habidos y por haber, en actitudes y conversaciones. Los rituales, y el transcurso por los clásicos cinco estados: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Bien. Pues cuando tienes cerca a un ser querido enfermo todo esto que he descrito se vive en bucle. Lo que debería ser un episodio natural que forma parte de la vida, se convierte en un estado permanente en el que la muerte, casi forma más parte de tu vida que la propia vida en sí. Vivir la muerte. Así titularía yo un master, un ciclo de conferencias o lo que fuera que tratase de como afrontar una enfermedad terminal. Porque si es sabido, las propias palabras lo enuncian ya, que el fatal desenlace no es otro que el final de la vida, la incertidumbre reside en no saber cuando se sucede este, eso sí, inminentemente. De un momento a otro, puede que esta tarde, o tal dentro de seis meses, o quizás mientras escribo esto, alguien está emitiendo su último suspiro. Y mientras te haces a la idea, una y otra vez de que esa persona que tanto quieres va a dejar de existir para siempre, te olvidas casi de seguir viviendo, y la condenada muerte te gana doblemente, siempre vence la partida, porque a todos nos llega un final, y para quienes tienen la oportunidad de irse preparando le marca otro tanto.

Hay quien piensa de todo esto que es una suerte vivir una muerte anunciada. Así te haces a la idea, te puedes ir despidiendo, dejar tus asuntos zanjados e incluso preparar tu propio funeral. Esto es una absoluta gilipollez. Todos tenemos una muerte anunciada. Si quisiéramos hacernos a la idea lo tendríamos asumido y todo ese rollo de despedirse, etc, lo llevaríamos a cabo cada día, como si fuera el último que vamos a vivir. No irnos a la cama sin antes solucionar ese enfado con la pareja, tendríamos nuestros papeles en orden para facilitar las gestiones a quien tuviera que hacerse cargo del funeral. Dejaríamos por escrito, siempre con derecho a revisión cada determinado tiempo, pues todos podemos cambiar de opinión a medida que pasan los años, sobre qué vestido ponernos, y qué esperamos que hagan con nuestros restos, así como qué actitud debe tomar la familia y amigos llegado el día. Como quien organiza su fiesta de cumpleaños, así deberíamos tomar conciencia y preparar nuestros últimos días.
Sin embargo, creo que, como la mayoría de animales, no somos plenamente conscientes de que nuestro tiempo tiene un límite, y ese día ha de llegar, de una u otra manera. Corremos como gacelas por instinto de supervivencia, y eso está bien, no hay que rendirse, pero tarde o temprano el depredador nos alcanza.

Es bello, dentro de la tristeza que acompaña toda pérdida, morir de viejo. Recientemente he tenido que hablar a mi hijo sobre una posible muerte inminente en la familia, y de como pese a tener todo el derecho y ser natural, de estar tristes, también la muerte a una edad avanzada es algo natural que debemos asumir. Le he tenido que hablar de la crudeza de la naturaleza, de que todo tiene un principio y un fin, no es algo que le venga de nuevo, lamentablemente ha crecido sin uno de sus abuelos y el otro falleció cuando era demasiado pequeño como para recordarlo de manera traumática, no obstante, a medida que ha ido creciendo, se ha ido preguntando como es esto de la muerte. Y ahora, en una edad sumamente difícil como para no afectarle apenas, ni entenderlo de forma adulta, lo tiene que afrontar. Sin duda, la muerte jode más a quienes se quedan esperándola venir de nuevo que a quienes se van con ella.

Hace algo más de quince días, los médicos de un hospital nos dieron la terrible noticia de que a mi madre le quedaban días de vida. Hemos estado a su lado las 24 horas a lo largo de una semana, luego, en vista de su aparente mejoría, hemos intentado restablecer cierta normalidad en nuestras vidas, ahora pienso que mientras espero que ella nos deje puede suceder que antes muera yo de cualquier otra cosa, que se yo, accidente, o a saber (hete aquí otro tópico de quienes respiran la muerte cerca), por tanto opto por pensar en el clásico: “un día más”, cada uno que pasemos con ella, que no el “un día menos”, diría realista, pero porque se tiene que asumir siempre que lo realista tiene que ir de la mano con lo pesimista. También es una realidad entender que se vive un día más, que lo vivido el día anterior, a cada día que pasa.

Lo que importa es no sufrir, ahuyentar el dolor. Empiezo a estar harta con la idea de que la vida es sufrimiento, que si vivir es sufrir... Tener ganas de vivir y poder vivir lo más parecido a lo que nos gustaría, que ni es tan fácil ni siempre se puede. Mientras nos empeñamos en ganar a la muerte, nos olvidamos de vivir.

10 comentarios:

ily dijo...

Sabemos racionalmente que no tenemos mil años por delante pero muchos no lo creemos inconscientemente, y así nos va ...

Arual dijo...

Niña lo siento mucho, lo sabes, verdad? Un beso cargado de fuerza para superar estos momentos duros.

3'14 dijo...

No se si me gustaría vivir mil años... Tal como nos va... pues seguro que no, pero aunque así fuera, lo de tener casi una eternidad para vivir, lo gestionaríamos igual de mal :)

Gracias Aru, lo se.

Canichu, el espía del bar dijo...

Lo siento mucho. Cuando le dijeron lo mismo a mi padre en 2003, murió a los tres meses. No hay que autoengañarse cuando el médico ha dicho esas palabras, simplemente hay que tratar de comprenderlo y llevarlo como mejor se pueda. Trata de aprovechar el tiempo con tu madre y trata de que tu madre haga lo que quiso hacer y aún pueda hacer. Ese es mi consejo.

Por lo demás, un amigo mío muri´ño de muerte súbita a los 28 años el pasado fin de semana. Su facebook sigue abierto con sus frases como si fuera a escribir mañana.

En cuanto a las sábanas, en mi barrio están tendidas días, pero es porque ocultan la venta de drogas dentro de la casa cuyas ventanas tapan.

El Impenitente dijo...

La muerte es siempre inoportuna, aunque te avise, aunque te dé tiempo, aunque sea deseada.

Besos.

3'14 dijo...

Canichu: Siento lo de tu amigo. Son ese tipo de muerte las que me cuestan más de asumir.

Lo de las sábanas de tu barrio es todo un punto. Aquí stán tendidas en la azotea, no creo que sea ese el motivo pues de que sigan tendidas...

Impenitente: pues sí.

SisterBoy dijo...

Nosotros tuvimos cuatro años de tiempo para prepararnos para la muerte de nuestra madre, sinceramente no sabría decir qué es mejor.

3'14 dijo...

Sisterboy, cuatro años de espera es una agonía... lo siento. Es por eso que nunca se sabe, como bien dices, qué es mejor. Prefiero pensar que ya llegará cuando tenga que ser.

Mae dijo...

Uff, antes de nada, quiero decirte que lo siento mucho...
La muerte es un tema que nome usta tocar así de ésta forma... porque me toca la fibra de una forma impresionante!

yo no se si es mejor saber que nos quedan días.. para hecer cosas que no hemos hecho, o vivir cada día como si fuese el último sin saber que pasará mañana...
yo me quedo con lo segundo...

Un beso enorme y si necesitas algo, por aquí estoy.

FUERZA!!

3'14 dijo...

Gracias Mae :)