Tras una rápida presentación por parte del teleoperador (o televendedor, no sabría como llamarles) en la cual a penas tienes tiempo de recordar su nombre por no mencionar la empresa por la cual dicen trabajar, empieza el interrogatorio, eso cuando no preguntan directamente y entonces tienes que intervenir y pedir con quien estás hablando tú. A la primera palabra que emiten ya se que se está tratando de este tipo de “conversación”, en mi caso es fácil detectarlo: Empiezan preguntando por el titular de la línea, cuando se que no da este número para nada, entre otras cosas porque no ha vivido nunca aquí. A continuación sugieren la relación/parentesco que guardas con él. Aquí empieza lo divertido: Me convierto en señora de automáticamente, parece ser que poco han avanzado los modales y la educación en cómo dirigirse a un extraño vía teléfono. El clásico esquema familiar formado por mamá-papá-niños-perro-jardín es el único modelo que conciben. Y si no, ya tienen nueva información añadida: A la pregunta: ¿Es usted su esposa? Estás atrapado, pues si respondes no, preguntan directamente de quien se trata, o si obvias te dan el trato de señora de directamente sin opción a rectificación. Si la respuesta es no, la mayoría ya delataría inocentemente más de la cuenta, como por ejemplo: no, soy su pareja, o soy la persona que tiene contratada para las tareas domésticas, o su hermana, o compañera de piso o… y en todas y cada una de estas respuestas ya hay información añadida (modernos-liberales, económicamente solvente y laboralmente bien situado, cohesión familiar, joven que comparte piso, probablemente estudiante… a saber la de cuestionarios que tienen por rellenar para afilar sus perfiles)
Al principio de recibir este alud de intromisiones me mostraba educada y tajante: No, no está. Perdone, no me interesa, gracias. Pero luego han empezado a mostrarse competitivos y persistentes y no te dejan colgar tan fácilmente respetando ciertas normas de educación que no incluyen colgar dejando con la palabra en la boca. Según me pillan me lo tomo con humor y doy respuestas de lo más ocurrentes, disparatadas, comprometidas, cortantes… Porqué se que es una batalla perdida. No van a dejar de acosarme.
En la experiencia de hoy, por el momento sólo he tenido una, pero al cabo del día todavía podría repetirse un par o tres de veces más, me he dedicado a preguntar yo quien les había facilitado mi número, no acaba de formular la pregunta que ya me estaban soltando la lista de obsequios con la que me querían conquistar (y yo, soy de las perversas mentes desconfiadas que cree firmemente que nadie regala nada a cambio de nada). Supongo que debo haberme mostrado un tanto arisca porque por esta vez he conseguido que fueran ellos quienes me colgaran el teléfono.
¿Soy la única persona a la que llaman? ¿Percibís este aumento del telemarketing? ¿Cómo actuáis en caso de encontraros en tal situación?