No podía dejar pasar septiembre con un triste y solitario post en este blog cada día algo más muerto, como me comenta mi pareja. Pero la realidad es que una mezcla de pereza y sensación de no tener nada que contar, o por lo menos nada que me haga pensar que puede ser de interés hace que los días se sucedan y yo me mantenga sin ganas de publicar nada. Alguien podría pensar que debo estar atravesando por la ya clásica y archiconocida depre de finales de verano, principios de otoño, pero no, no se trata ni de eso. Es más, me aventuraría a afirmar que, y tras tanto tiempo sintiendo ese pesado lastre que es sufrir incontables variaciones en mi estado ánimico, empiezo a sentirme bien. Entendido dentro de un margen prudencial que le reservo a alguna que otra recaida esporádica, no vayamos a entusiasmarnos demasiado temprano y tengamos que regresar cabizbajos a enumerar las infinitas crisis padecidas y por padecer... Que me siento bien, pero tampoco voy a cambiar bruscamente y empezar a ser una persona optimista y positiva de la noche a la mañana. No se, supongo que con los años, uno se cansa incluso de ser repetitivo en ciertos hábitos, así que para este cambio estacional he decidido romper con determinadas rutinas que no me ayudaban más que a potenciar ese mal rollo que me invadía asistir a los días más cortos, la fatiga que supone apenas ver la luz del sol, entrando a trabajar ya de noche, saliendo aun sin haber amanecido y levantarse cuando apenas quedan un par de horas antes de que anochezca, el frío y la necesidad de refugiarse bajo una manta y no volver a sacar la cabeza hasta la llegada de la primavera, saber que volverán las oscuras navidades y con ellas a sobrevolar el fantasma de que, si cabe, durante esos días, deberíamos ser aún más felices... Así, pues, uno de esos (malos) hábitos nocivos para mi salud mental, que es enfocar la vida desde mi perpétuo ángulo cenizo, quejarme constantemente de mi miserable vida, he empezado a suprimirlo, a aniquilarlo y enterrarlo sin permitirle asomar demasiado el hocico. Y todo esto sin tener que recurrir (de momento) a tomar ningún tipo de fármaco, pero...
...¿A quien pretendo engañar? De estar bien, ¿Realmente sería necesaria una entrada para proclamarlo a los cuatro vientos? No, no creo que nunca consiga estar verdaderamente bien, pero por lo menos, saber que conozco mis puntos débiles y que se manejarlos me reconforta, aunque también me convierta en una maníaca del autocontrol, pero bueno. Y porqué no se puede estar bien sabiendo que se está mal. Parece un trabalenguas, pero por enrevesado que parezca, yo misma me entiendo, si alguien más lo hace, haga el favor de levantar la mano.
NOTICIA 2313ª DESDE EL BAR: CAZADORES DE DRAGONES
-
El Museo Arqueológico Regional (MAR) de Madrid cambió su nombre por el de Museo
Arqueológico y Paleontológico Regional (MAP, aunque en la web las sigla...
Hace 7 horas