Estamos ante una de esas películas que, cuanto más tiempo pasa después de verla, el gusto que queda en tu paladar realza su sabor.
Primer largometraje del consagrado director Roman Polanski, también criticado y cuestionado, pero personalmente le disculpo ante bodrios como
La novena puerta (que aun con la presencia de mi idolatrado Johnny Deep no hay quien salve este fiasco de film) sólo por su aportación al séptimo arte con obras como
Repulsión,
La semilla del diablo,
Lunas de Hiel,
El baile de los Vampiros,
La muerte y la doncella y mi “recién descubrimiento”:
El cuchillo en el agua. No hubiera sido sin la recomendación de Dexter, esta vez por vía personal en uno de sus comentarios en este blog y no a través de su propio espacio
Dexter recomienda desde Zaragoza (donde comenta la actualidad de la cartelera semana a semana y en donde apuesta por su recomendación) a quien recrimino que ya podría abrir su propio blog con recomendaciones de cine, fuera del año que fuera, pues créanme cuando digo que este chico sabe de lo que habla. Por otra parte, mis agradecimientos a mi particular suministrador de material, quien consiguió, una vez más, proporcionarme la película para que pudiese disfrutarla que por fortuna pude ver con él.
Una pareja se dirige en coche al muelle para pasar un fin de semana a bordo de su velero, pero la aparición de un joven en mitad de la carretera introduce un elemento distorsionador en la cotidiana vida de este matrimonio bien acomodado de la nueva burguesía. Después de su paso ya nada volverá a ser lo que parece. El estado putrefacto en el que se halla la relación entre los cónyuges puede evidenciarse a medida que avanza el metraje desembocando en un agrio final en el que la ironía dramática juega un importante papel.
La película cargada de simbolismos: el cuchillo; el lago por el que navegan, más similar a una ciénaga; la canción que ella canta; los juegos que establecen entre ambos varones; etc… sumerge al espectador en un universo que el autor va mostrando a lo largo de las horas que pasan en la embarcación y en la que transcurre la mayor parte de la película con tan sólo estos tres personajes. Durante la navegación se van desentrañando sus roles en una combinación entre lo que se dice y con sutileza, ante todo, lo que no se dice pero marcan sus acciones. El peso de los silencios, las miradas y gestos, y los símbolos a los que me refería al principio, carecen del componente actual que parte del cine oriental nos está haciendo llegar en los últimos tiempos, y sin ánimo de hacer entender con esto una opinión adversa de mí por el cine que tanto furor está creando entre cierto sector del público occidental, en el cual me incluyo, aunque mis prejuicios me provoquen arcadas por no querer formar parte de un colectivo al cual repudio. Pese a poder evocar una similitud con ese halo que desprenden algunas películas asiáticas de estar ante una situación en la que no sucede nada, Polanski construye una atmósfera asfixiante y tensa de la cual todos los integrantes quisieran huir, pero en la que contrariamente han elegido quedarse.
Volviendo a mi comparación con el cine oriental actual, he de situar la película: El cuchillo en el agua es de 1962, influenciada por la nouvelle vague. La prolongación de sus planos y la sensación de lentitud nada tienen que ver con la poética puesta en escena, a veces hasta el punto de la exasperación, de cineastas como Kim ki duk o Won kar wai (esto sería como comparar melones con mandarinas, por eso quería dejar constancia de la ausencia de conexión, por si mi comentario anterior propiciaba a la confusión)
A tener en cuenta: La lucha constante por el poder a la que se enfrentan continuamente los personajes masculinos y en la que se muestra que poseer mayores recursos (sea dinero, experiencia o conocimientos) no otorga el triunfo necesariamente. Pero qué se puede esperar de alguien que no soporta las clasificaciones por status.
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