martes, 16 de marzo de 2010

Su vida entera se redujo a eso: Maldición.

¿Cuántas veces habremos visto esa imagen en las noticias de unos vecinos anónimos cualquiera, algo reticentes a contestar a la pregunta y a la vez exhibicionistas, encantados por el minuto de notoriedad que les brinda una cámara de TV, soltando por sus mediocres bocazas el tan comunmente conocido tópico: Era una persona normal? Sí. En ocasiones acompaña la célebre frase: era muy amable, nunca le oímos discutir, ni gritar. Cordial en su trato diario al cruzarnos en la escalera o en la panadería... En fín...

La gente habla, critica y se digna a lanzar juicios superficiales sobre la vida y el comportamiento de sus congéneres a los que observa, ni tan siquiera, desde un prisma de objetividad. Nos creemos conocer al vecino por el simple hecho de vivir en el mismo edificio y saber de qué color usa la ropa interior que vemos colgar en el tendedero en el patio de luces; al compañero de trabajo al cual tenemos estudiadísima su nuca después de no ver más allá de su estúpido cogote durante casi ocho horas al día, cinco días a la semana, y del cual conocemos que está casado por los vomitivos bocadillos de pan de molde que se come cada mañana durante el desayuno con cara de hastío y resignación; creemos conocer incluso a nuestras parejas, con las que compartimos algo tan íntimo como la cama, y no sólo para dormir, también para inspeccionar las profundidades de nuestras cavidades ocultas, lamentablemente sólo podemos estudiar la parte física y en ocasiones, ni en eso reparamos al 100% “cariño...¿sabrías decirme en qué nalga tengo un lunar? ¿Ein...uhm...este....?”

Así es que no nos sorprendamos si una buena mañana nuestro adorable vecino, ese compañero de trabajo afable y dócil incapaz de alzar la voz en una reunión ni tan siquiera dispuesto para exigir sus 20 minutos de descanso, o el propio cónyuge, al que prometimos amor eterno, y del cual nos creemos poseedores de la más absoluta confianza y complicidad, se levante y decida desaparecer, en el mejor de los casos, de la faz de la tierra, o en el peor de ellos, matar a unos cuantos inocentes que se tope ese mismo día en su camino...

Todos aparentamos vivir una vida normal, o a eso juega la sociedad, la civilización, pero la realidad es otra, constantemente estamos bombardeados por una presión, en la mayoría de los casos insoportable, por insignificante que parezca, o diminutos granitos que acumulados, terminan por formar un muro infranqueable... así es. Ya desde pequeños nos educan en un entorno competitivo, tienes que superarte, ser el mejor, el númuero uno, si no lo eres, te conviertes en un fracasado. Saca las mejores notas, consigue a la persona más deseada, se tú la más deseada. Consigue un buen trabajo, no, el mejor de los trabajos, cásate, ten hijos, se un buen progenitor, ideal pareja, mejor amante... paga la hipoteca, el coche... sí vale, la mayoría de estas cosas son prescindibles, materiales, pero luego está el compañero de trabajo trepa que se limitará a ejercer la ley del mínimo esfuerzo a tu costa, sobrecargándote de tareas y agenciándose tus éxitos con las malas artes necesarias para que no puedas demostrar lo contrario, o el jefe cabrón que te putea incesantemente, de forma sútil que consigue que el resto de la plantilla te repudie y te haga sentir que ahora a cualquier expresión de poder ya se le llama acoso o moving, y eso otro tiene un nombre, bulling, u otros nuevos términos, el síndrome de burnout, que no es más que estar quemado, sufrir estrés, pero eso siempre lo padecen los demás, tú no, porque tú puedes con todo. Puedes con el capullo del semáforo que le falta tiempo para darle al cláxon exigiéndote que te muevas antes de que la luz salte del rojo al verde... Puedes con el imbécil de tu ex que no te pasa la pensión y se cree con el derecho de darte lecciones de educación y pedagogía ejerciendo un día a la semana sus obligaciones paternas, las cuales al parecer considera que se limitan a llevar al niño al McDonals, lo de hacer los deberes con él, batallar cada mañana para que se despegue de las sábanas y se ponga en marcha antes de que llegueis tarde a la escuela, le enseñas que comer de todo es sano y divertido y que el chocolate es un alimento más, no una moneda de cambio para el chantaje por buen comportamiento... eres tú, quien evidentemente, puedes con todo, y más. Puedes con los pagos y los recibos cada mes que te estrangulan ya a día cinco convirtiéndote en funámbulo de las finanzas para, quien dice terminar de pasarlo, tú suscribes: sobrevivirlo directamente. Tú puedes ser el mejor amigo, que escucha las penurias de quien pensabas te correspondía en esa categoría y el día que te abriste te espetó que lo tuyo no eran problemas, que dejes ya de quejarte... Y sabes que podría ser peor, siempre hay alguien más jodido que tú, por eso, tú puedes con todo. Con todo eso y más. Hasta que llega un día en el que explotas.

Quizás todo esto no sean motivos suficientes para huir del país y esperar que nadie tenga el suficiente interés como para buscarte, y mucho menos que lo hagan. Tampoco es excusa para ser considerados atenuantes frente al hipotético caso de que se pasen tanto de rosca las tuercas que conviertan al aletargado letal ciudadano de a pie en un asesino activo. Pero puedo llegar a comprender que no es necesario tener una mente criminal, ser un psicópata ni un inadaptado social para cruzar esa fina línea que está a un endeble paso del ser más anodino y normal. Todos podemos llegar a tener un día de furia... muchos son, de hecho, que viven largas temporadas al límite de disparárseles el diferencial... diez, nueve, ocho, siete, seis...


Todos ellos

Maldición

Por culpa de la Humedad

Etcétera

Sólo viento


Canciones del álbum "Cajas de música difíciles de parar" de Nacho Vegas.

7 comentarios:

Arual dijo...

Qué te puedo decir.... MALDICIÓN!!

El Impenitente dijo...

Y eso que no te gusta el fútbol.

Y luego, al día siguiente, el sol sale, y tu hijo te mira y sonríe y tu pareja te da un beso y te recita el mapa de tus lunares con los ojos cerrados y te llega una notificación del banco de que alguien anónimo te ha hecho un ingreso importante. Vamos, lo normal.

Lena dijo...

Más de un día he pensado en huir y algunas veces he alzado demasiado la voz, utilizando una agresividad que me asusta a mí misma...La finísima línea que separa el aguante del estallido..la mecha sigue quemándose...

minitrama dijo...

sobran motivos para aniquilar a la humanidad,o comprarse una cuerda resistente, o perdersere definitivamente en un fumadero en Bangkok pero resistimos mientras nos cuentan historias y mantenemos la lucidez a raya...

3'14 dijo...

Arual, lo que no sabremos nunca es que una maldición puede resultar una bendición...

Impenitente, efectivamente, sólo falta que me gustase el fútbol.

Pues ese día siguiente en mi caso no llega, me suena a ciencia ficción, pero siempre he dicho que estoy cautivada por la realidad. en la que mi hijo, efectivamente, cada día me mira y me sonríe. mi pareja me envía besos a diario, nadie me ingresa dinero de forma anónima, en todo caso, tengo la suerte de contar con buenos amigos a los que no tengo necesidad ni de pedir ayuda, pues antes de hacerlo ya me la están ofreciendo. En cuanto a ese mapa de los lunares... siempre acaba perdido :)

Lena, esperemos que nos quede mucha mecha. y creo que una de las claves es contar con uno de los principales pilares que debe ser bien sólido, el de la amistad.

minitrama, hoy más que nunca esperaba ver asomar a mecha mojada... Pero esta versión me ha encantado. Que nos sigan contando historias, claro que sí!! y que podamos seguir viviéndolas!

JRB dijo...

Enhorabuena, Pi. Acabas de conseguir que le coja miedo a mis vecinos.

Pilar dijo...

Impotencia es lo que sale, porque no aguanta estar dentro, no es mal paso. Y bailar con "todos ellos", no es tan largo el camino, ni tan lento el dolor, todo sucede mucho más rápido y a un día sucede otro distinto - al menos´. Pregúntale al hombre...a la mujer, es que vivir tiene un plante.

Me acordaba del famoso adolescente Rabadán que un día se levantó, cogió la catana, y mató a toda su familia, zas. Y era tan normal, dijo su tutora.

Llega la primavera, Pi!