jueves, 16 de octubre de 2008

The Stand Ins, nuevo álbum de Okkervil River

Tiempo atrás ya hablé en este blog de los Okkervil River cuando los descubrí por casualidad, esas cosas que tiene internet, te pones a buscar una cosa y acabas por descubrir nuevos rincones que ni pretendiendo lo hubieras podido encontrar.
Así descubrí este grupo clasificado como folk indie rock americano, un día estaba buscando imágenes que el color predominante fuera el rojo para un post, que curiosamente ni llegué a publicar, y en estas que poniendo la palabra Red en el buscador entre otras, aparecí en una página que linkaba la canción de mismo título que pertence al disco Don´t fall in love with everyone you see. El nombre de por si ya es sugerente, escuchar la canción me motivó a seguir indagando sobre el grupo, así que visité su web y empecé a engancharme cada vez más a medida que escuchaba canción tras canción Westfall, Okkervil River Song... hasta llegar a Happy hearts, apogeo total. Otros discos por escuchar, en Black Sheep Boy incluyen el tema For Real, que no podía dejar de escuchar al descubrirlo, o la melancólica A Glow. Así como A Favor, que encabeza el álbum Sleep and Wake-Up Songs.
El año pasado sacaron nuevo disco The Stage Names. Redondo, brillante, consolidando la carrera imparable de estos chicos que, espero no me falle mi intuición, viven de esto de la música porque les sale de dentro, no buscan notoriedad, fama ni formar parte de las lista número uno de las principales corrientes comerciales. En The Stage Names, no hay un sólo tema que puedas decir que te deja indiferente, desde su single Our life is not a movie or maybe pasando por la youtubeada A Girl in Port, Plus Ones y con un final culminante con John Allyn Smith sails. Enorme reto el de los chicos de Austin para no bajar el listón con The Stand Ins, su último trabajo, y por lo que he leído, lo que debería haber formado un disco doble con el anterior.
Estos útlimos días estoy escuchándolo, y si en un primer momento parece bajar un poco esa calidad tan conseguida en su predecesor, poco a poco vas descubriendo su talento el cual confirma su merecido reconocimento, extendido ya por todas las webs musicales.


Lost Coastlines

Puedes escuchar otras canciones por Youtube o en su MySpace.

martes, 14 de octubre de 2008

paethothos esquizoide

He vuelto a soñar contigo. Otra de esas vidas que no viviré. No por lo menos en este plano espacio-temporal que percibo como existencia. Aunque me pregunto cuánto de realidad tienen los sueños. Si no es vivir también esos mundos paralelos que habitamos en esas otras dimensiones. Cierro los ojos y veo tu rostro. Y al abrirlos despierto de nuevo en esta pesadilla de la que tantas veces deseo huir, pero quedo atrapada por mi incapacidad a volar. Las tortugas no vuelan. Pero en mis sueños tampoco hay sabores ni olores a los que poder aferrarme como a algo familiar, sólo una sucesión de imágenes inconnexas, desordenadas, caóticas, en apariencia sinsentido, pero que son indicadores de hacía donde debo avanzar. Va más allá de la estupidez de pretender analizar los sueños, la reacción-respuesta de un acontecimiento. Pasado, presente, futuro. No existe el tiempo, los síntomas, las evidencias, constatan una evolución. Tantas veces hacía ningún sitio.La imagen de aquella niña, ¿a dónde fue a parar? A ningún lado. Se desintegró. Y la memoria la rescata, pero queda prisionera de los recuerdos.

Y esto es lo que sucede cuando me obligas a pensar, que debo enfretarme a mis miedos.



sábado, 11 de octubre de 2008

II Parte

-¿Tienes fuego?- El chico que había sacado tabaco le preguntó a la mujer sentada en la barra mientras abría el paquete.

Podría haberse dirigido a su mesa, le quedaba más cerca de la máquina expendedora, además de tener sobre esta una cajetilla y un encendedor, sin embargo había preferido pedírselo a la dama de piernas largas y bien torneadas que lucía gracias a su escasa falda.

-Sólo si me invitas a fumar- Respondió a la vez que apagaba contra el cenicero el cigarrillo que estaba a punto de consumirse. Como en una película de cine negro, la misteriosa mujer había resultado ser una femme fatal. pero el joven no parecía tener ganas de entrar en el juego de la seducción. O tal vez no le interesaban las mujeres maduras, rondaría los cuarenta. Le ofreció un pitillo y después de prender el suyo desapareció.

Se levantó de su asiento para acercarse a la barra y pedir al camarero un café, en vistas que en el tiempo que llevaba allí nadie le había servido.

-Todos los hombres son iguales- Resopló la mujer de la minifalda – Te colman de atenciones hasta que consiguen lo que quieren, y después ya nada vuelve a ser lo mismo – Y volvió a mirar compulsivamente su reloj de pulsera.

- Al parecer al que espera se le ha pasado el tiempo de las atenciones- Le dijo sin pensar.

La cuarentona le miró con una mezcla de curiosidad y desaire – Supongo que esa es la impresión que debo causar. Pero la realidad no es tan obvia. Perdone que le diga.

-¡Oh, no, disculpe si le he ofendido! No pretendía...

- No pasa nada. No hay de que disculparse. Hay varias varias cosas que se ven a la distancia. Entre ellas destacan el miedo y la desesperación, y yo no estoy tan lejos de ninguna de ellas.

- Si hay algo que pueda hacer para ayudarle.

- Puede acompañarme mientras no llega la persona que espero. Las esperas se me hacen terriblemente insoportables.

- Bien, pero le advierto que no soy muy buena compañía. No se me da bien dar conversación.

- No importa. Eso es lo de menos. Si quiero le cuento una historia. Si sólo tiene que escuchar le resultará más fácil.

- Perfecto.

- Veamos pués. Sitúese en una familia acomodada de clase alta, hija única en la que sus padres han depositado grandes perspectivas de futuro, una gran ambición para que sea esta la que siga manteniendo el legado familiar. Múltiples negocios, en fín, se puede usted imaginar. La presión es cada vez mayor. Ha iniciado estudios de económicas y empresariales por petición paterna, pese a que lo que a ella siempre le ha gustado ha sido pintar. Como es buena chica y progresa adecuadamente en la carrera, se le premia con poder asistir a un curso de verano en una de las escuelas de arte más prestigiosas de París. Allí se rodea de artistas y gente de la cultura que le hacen vivir los días más maravillosos de su vida. La vida bohemia, con dinero, a pesar de estar mal considerada, siempre fue infinitamente mejor y más agradecida. El caso es que la muchacha se enamora. Decide encararse a sus padres. Hacerles entender lo que realmente quiere. Explorar al máximo su faceta artística. Vivir intensamente su amor, tanto por la pintura, como por el chico al que acaba de conocer, también pintor. Renunciar a su herencia si es necesario... Pero su amante le convence de lo contrario. Le instiga a terminar su formación universitaria, alternando la pintura en sus ratos libres, él cree que va a ser lo mejor para ella. Y así lo hace.

Viven veinte años de amor incondicional, en los que ella ha tomado el camino de hacerse cargo de los negocios familiares, los cuales requieren tanta dedicación que la pintura, su verdadera vocación no sólo ha pasado a un segundo plano, ha quedada encerrada en un estudio al que sólo le queda tiempo de frecuentar un par de veces al mes. Estudio en el que sí pasa la mayor parte del tiempo su esposo, el que sin oficio ni beneficio se ha permitido vivir todos estos años de la fortuna de ella, pues su obra no es sólo un fracaso, es tan pésima que para poder exponer incluso tiene que pagar. No obstante, ella jamás se lo recriminó, había puesto su fe y confianza en él, le creía un ser lleno de talento, y principios y ante todo respeto hacía ella. Hasta que una mañana, de esas en las que ella puede pasar un rato en el estudio, descubre evidencias de una actividad sexual en la que ella, claramente, no ha participado. Ella calla, no pregunta, reflexiona y asimila los acontecimientos. Y decide investigar a su marido a través de un detective privado después de saber que a nadie más le ha dejado las llaves del apartamento.

Resumiendo, la triste y patética historia de una mujer que descubre que su vida ha sido una farsa. Se siente traicionada, frustrada, deprimida. Así que se equivocó respecto al hombre que espero. Hoy voy a saber con quien se ha acostado mi marido.



Si quieres saber cómo se desarrolla la historia de la pobre cornuda y que nuestro personaje siga con ella, elige la opción A.


Si estás harto/a de tanto melodrama de telenovela barata, y pasar a otra cosa, elige la opción B.

lunes, 6 de octubre de 2008

Restauración

Para romper el maleficio del 7 y actualizar este blog moribundo antes de que se cumpla un mes (otra vez) sin haber dado señales de existencia por parte de su autora, propongo un ejercicio que me mantendrá en cierta actividad (un tanto obligada por mi parte, pues debo sacudirme las pulgas antes de que me acostumbre a este picor) He empezado un relato mediante la escritura automática, como es habitual en mí (y poco reflexiva por motivos obvios que se delatan al leer el qué y cómo escribo... en fin, es un mero divertimento, así que las críticas sobran) Llegado a un punto en el que la historia empieza a tomar las riendas de su devenir he preferido marcar el punto y aparte para dejar en manos del lector la elección de cómo debe continuar.
Dicho esto, empieza la historia:


Ese día notó que el otoño había llegado. Atrás quedaba el verano, las ganas de pasear por la noche y el calor del sol que sentía sobre su piel. Lo primero que rescató del fondo del armario fue una ligera bufanda para cubrirse el cuello. Solía acatarrarse con facilidad y no tenía intención de pasarse gran parte del invierno arrastrando el pañuelo de un bolsillo a otro, lo engorroso que le resultaba andar estornudando a cada paso y la incomodidad que le causaba la congestión nasal permanente que sufría una vez empezaba con un resfriado, del cual ya no se desprendía hasta bien entrada la primavera, y que luego enlazaba con la alergía que le producía el polen. Cuando llegaba el frío se lamentaba de haber estado maldiciendo las elevadas temperaturas a las que los meses anteriores el clima le había sometido. Parecía no estar nunca conforme a lo que en cada momento le tocaba vivir. Independientemente del tiempo que hiciera, ese malestar podía trasladarse a cualquer aspecto de su existencia. El estado de queja era lo único que resultaba permanente, inmutable y tristemente estable en su patética vida.
Los acontecimientos se sucedían unos a otros sin prácticamente tiempo de disfrutarlos, para cuando cerraba una etapa ya estaba añorándola apreciando entonces lo que irremediablemente no podía rescatar. Se borraban sobre sus pasos las huellas del pasado como si por la orilla del mar anduviera. Luego echaba la vista atrás para rememorar y visualizar desde la imaginación su recorrido. Pero, ¿Era real lo que veía? Lo único tangible era lo que tenía ante sus ojos y en la mayoría de las ocasiones prefería no ver más allá para no caer en un abismo. Era tal el vértigo que le sobrepasaba que tan sólo se permitía alcanzar con la mirada lo que llegaba hasta la punta de sus dedos extendiendo los brazos al frente o hacía sus lados.

Entró en un bar. El olor a café recién molido inundó sus fosas nasales. El sonido de la tragaperras del fondo no cesaba de martillear en su cabeza con la insoportable musiquita. El camarero replicaba los platos y las cucharillas de una forma escandalosa. Mientras, el televisor retransmitía un partido de poca importancia de lo que parecía ser el principio de temporada de liga. Cuatro viejos aporreaban la mesa con sus fichas de dominó al fondo, fumando cigarros y bebiendo carajillos. En la barra una mujer esperaba con impaciencia, miraba su reloj de pulsera cada veinte segundos alternando con el reloj de pared que presidía el local, justo sobre la máquina expendedora de tabaco al que un joven, con aires de estudiante, introducía unas cuantas monedas para hacerse con un paquete de camel. Se preguntaba qué hacía allí. Sentado en aquella mesa junto a la ventana para así ver pasar la gente mientras hojeaba un diario por no parecer demasiado solitario, sin prestar demasiada atención a lo que había escrito, podría haberse tratado del periódico de cualquier día, de cualquier año. Las noticias siempre eran las mismas. ¿Qué coño estaba haciendo allí?



El personaje puede:

A)Entablar una conversación con alguno de los personajes descritos en la escena.

B)Salir del local y dirigirse a otro lugar.

domingo, 7 de septiembre de 2008

jueves, 7 de agosto de 2008

No mata la calidad si no la cantidad

En demasía lo bueno se hace malo,
la píldora veneno
y vicio la caricia;

sabes de todo un poco y vas al cine,
sabes de todo mucho y te suicidas.

Mucha vida (cien años) es la muerte
-se hace malo lo bueno en demasía-.
La soledad, es ese gran espejo
donde acabas por verte monstruoso;

el silencio la tuerca en el oído
que se te va ajustando al agujero,
demasiado silencio es igual que una bomba
y demasiado amor es igual que un entierro.

Gloria Fuertes

Islaja

De silencios y vocingleros



Acabo de leer, supongo que de una forma retórica, a alguien que preguntaba porque la gente le tiene tanto miedo al silencio. Yo, que de por sí puedo considerme una persona de lo más parlanchina (no me gusta esta palabra, denota un sentido peyorativo, pero que muy a mi pesar debo atribuirme para ser honestos), en la mayoría de las conversaciones que tengo que escuchar/sufrir preferiría un mayor uso del silencio.
La mayoría de las personas tienen una extraña necesidad de rellenar el espacio con palabras, las cuales en su conjunto, suelen formar discursos de lo más prescindibles. Si no tienes nada realmente interesante que aportar resultaría conveniente mantener la boca cerrada. Y eso es lo que vengo haciendo desde hace un tiempo.
Del 60% de una conversación, un individuo habla sobre aspectos de su persona o vida que no son relevantes para su interlocutor ¿Qué te hace pensar que me interesan los problemas que puedas tener en el trabajo? A no ser que, como persona, por proximidad o cariño me interese comprender la causa de tus estados anímicos o reacciones, pero si ni eso resulta de mi incumbencia, ¿Para que me lo cuentas? Un 30% podría referirse a cotilleos de mayor o menor repercusión social, desde los chismes del famoseo y celebridades a las no menos comentadas experiencias de vecinos, amigos y/o conocidos comunes o no, lo cual todavía lo considero de mayor gravedad. Sólo un 10% podríamos pensar que puede tener cierto grado de interés, y básicamente se reduce al intercambio de conocimientos y opiniones que hagan reflexionar a uno mismo.

Aun así, no pretendo parecer quisquillosa y dar una idea equivocada de mi relación con los seres de mi entorno. Soy la primera a la que, en un momento dado, por poner un ejemplo, la información básica de los motivos de la separación conyugal de mi prima la perfecta suponga dejar de lado toda actividad que estuviera realizando para prestarle mi absoluta atención. Y con esto, tampoco espero que, durante un obligado tiempo y espacio compartido durante la traslación en un habitáculo de metroxmetro llamado más comunmente por el sustantivo Ascensor, mi acompañante me explicara el fenómeno natural por el que se desencadenan las repentinas tormentas de verano, por aquello de darle mayor utilidad a la clásica conversación sobre el tiempo...

Tan sólo reivindico el derecho a disfrutar del silencio, aun en compañía de otros. Y cedo el derecho a quienes consideren que sí es fundamental todo cuanto pronuncian de seguir haciéndolo, eso sí, comprenderan que, llegados a un punto, les espete con toda la educación posible un vociferante: ¡Porqué no te callas!

viernes, 18 de julio de 2008

Paso a paso

Las cinco fases según la Dra Klüber-Ross que todo moribundo atraviesa durante el proceso de enfermedad que le conduce hacía la muerte son: Negación, ira, negociación, depresión y aceptación. También pueden aplicarse en otras situaciones traumáticas que nos depara la vida, es interesante saber identificar en qué estado nos encontramos en cada momento para superar el trauma.

El resentimiento no es bueno, nada bueno, y uno debe hacer todo lo posible por desprenderse de él, pero ¿Cómo? No es fácil cuando tratas de olvidar y, una y otra vez, por azar o circunstancias vuelven a ti las heridas que intentas cicatrizar.

Hoy he entendido que una manera de limpiarse esa lacra del despecho, que impregna más allá de tu piel, es no dándole rienda suelta; mirar directamente allá donde más duele y decir: Paso de esto. No quiero este sentimiento en mí. Por difícil que se nos haga, al final tenemos que terminar por enfrentarnos a nuestros demonios. Después, alegremente, mirar hacia otro lado porque, afortunadamente, en la vida existen multitud de caminos que podemos tomar.

A priori parece sencillo, se podría pensar: ¿Y has tardado mucho para llegar a esa simpleza de resolución? Pues sí. Y ha sido como una explosión que estalla de repente, sin pretensión ni previo aviso. Estaba al borde de caer en el rencor, en tomar una actitud corrosiva, cuando un impulso superior me ha alejado de, algunos podrían decir, de mi propia naturaleza, y me he sentido bien. Ya es casualidad que en ese mismo instante un músico en la calle empezara a hacer sonar a ritmo de saxofón esta canción.

lunes, 7 de julio de 2008

Maldad

La desconfianza, las cosas mal hechas, la maldad humana (tan intrínseca en todos nosotros), el haz tu bien y no mires por quien... Estamos rodeados. Definitivamente creo que padezco una paranoia del tipo persecutorio, luego, en momentos de mayor lucidez, recapacito y veo que no solamente soy yo la única perseguida. Trotamos al acecho de unos contra otros, de unos por otros, bien no viene a ser lo mismo, con lo fácil que podría ser el vive y deja vivir (bien, sin concesiones ni actitudes de perdonavidas), pero nos mueven los intereses. Los malditos intereses siempre tan definidos con su nota en mayúsculas de lo personal. Motivos no nos faltan, nadie puede penetrar con totalidad en ninguna mente humana, incluso en ocasiones, ni en la propia. Estamos condenados a la duda. Que por otra parte, a veces, no deja de ser una bendición. Pero trato de hallar respuesta a una pregunta, hay que dirá pueril, sí, ¿Es necesario para tu beneficio mi perjuicio?

sábado, 28 de junio de 2008

¿Vacaciones de verano?



Bueno pues para mí hoy mi vida termina, al contrario de lo que dice la canción, y siguiendo mi línea positiva de encarar la vida, los días de playa han terminado, por lo menos en su primera fase de estas vacaciones de verano. Y es que, con hijos uno tiene que hacer verdaderas peripecias para organizarse el largo y tedioso verano. ¡Tres meses! Ni un día más ni uno menos hay que encajar con malabares en el calendario para poder compaginar el famoso binómio vida laboral y familiar. Por el momento, ya he completado 10 de los 30 días de vacaciones que mi convenio marca, los otros 20, los dejo para el mes de agosto. El que la escuela termine a mediados de junio y no se retome hasta mediados de septiembre no facilita las cosas a las familias (estén formadas de la forma que sea), y si la economía familiar no acompaña, la hazaña aumenta el grado de dificultad. Por lo menos, tengo el soporte de familia y amigos que me hacen más llevadera esta árdua tarea. Junto a 3’15 hemos podido disfrutar de una semana en casa de su padrino en Mallorca. Ahora estamos ultimando los preparativos para los casales del mes de julio. Como decía, no son precisamente baratos y luego pocos recursos te quedan para ir a la playa, salir a tomar algún helado y esas cosas que necesitas hacer para rellenar las horas sin que llegueis a mataros entre el bochornoso clima y el aburrimiento. Y es que todo cuesta dinero. Dinero, dinero, dinero. Ya puedes ser el rey de la logística y la elaboración de planes de mínimo coste, que el dinero se desvanece sin darse cuenta.
Cuando llega el verano me cuestiono porque no me podría trasladar a vivir a algún lugar costero y así tener solucionada una importante parte para cubrir las actividades veraniegas: Los agradecidos baños en la playa. Y es que, viviendo en una ciudad interior, te queda la opción de ir a la piscina, pero, no es lo mismo, no es lo mismo. No es igual saber que la gente se mea en el mar (es grande, existen las corrientes y parece que todo se descompone a una velocidad vertiginosa) que en un espacio de aguas estancadas, por más cloro que haya, aunque cuando he dicho que todo se descompone, no incluía los condones, las compresas y otras delicias que te llegas a encontrar en las maravillosas aguas marinas, por favor, si alguno/a de los responsables de que estos diversos objetos vayan a parar al mar está leyendo esto que tome conciencia y le pido, desde aquí, que deje de ser tan GUARRO/A. Y adiós a los juegos con las olas, aunque te libras de la engorrosa arena, que tres días después, todavía aparece por todos lados, por más que te duches, no creais que pasaba por alto ese detalle, si algo hago varias veces al día en verano es ducharme, también desde este aquí solicito a la mayoría de las personas que se ven en la obligación de viajar en transporte público que practiquen esta agradable actividad, por el bien de todos. Sabemos que el sudor es algo natural, lo que no lo es tanto es que se huela a 10 km a la redonda y con la intensidad del más puro queso de Cabrales.
Yo no llevo nada bien el calor, y más que este, la exposición al sol. Los peligros de este sobre la piel me traen por el camino de la amargura, pero tengo muy presente la prevención ante quemaduras y otras lesiones epidérmicas y me embadurno de cremas protectoras e hidratantes, pero me agota soberanamente, si añadimos que no sólo me pringo a mí, si no también a mi hijo, podría hacer el cálculo del tiempo que destino a esta actividad y tal vez me saldría que dedico una semana de los tres meses a untarnos potingues sobre la piel.
En definitiva que, agradezco mi horario laboral nocturno, sobretodo en verano por razones obvias, no es igual trabajar a la intemperie del achicharrante mediodía estival, que bajo la tregua del descenso de temperatura de sus noches. ¡¡¡Y encima este año con aire acondicionado!!! Así que el resto del día me queda buscar rincones lo más frescos posibles y resguardados por la sombra para sobrevivir y no caer en una crisis psicótica presa por los efectos de una saturación incandescente y acabar saliendo a la calle a matar gente. (Mi batalla contra la invasión de hormigas en mi cocina la dejo para otro día)

Esta canción es para Arual, por su reciente maternidad. :))

miércoles, 18 de junio de 2008

La Ciénaga

La Ciénaga es una ciudad en la que a pocos kilómetros está el pueblo de Rey Muerto y muy cerca de este la finca La Mandrágora, en donde veranea la familia de Mecha (Graciela Borges), una mujer de unos cincuenta años, sumida en una crisi existencial agravada por una predisposición a la bebida. Mecha se casó con un hombre más con título de inútil que de marqués, pero dinero parece ser que no les falta, pese a que la casa aparece bastante destartalada, el principal estropicio, el filtro de la picina, que más que ésta se semeja a una ciénaga en la que el agua se mantiene sucia y estancada, cubierta por hojas secas y muertas. Clara representación de la desestructuración que sufre la familia, sumida en un letargo abandono, más allá del hastío veraniego. No hay vida, ni buenos propósitos entre los habitantes de la mandrágora, Mecha, más preocupada por que el servicio atienda al teléfono o los pequeños hurtos de toallas que puedan cometer y su temor por no acabar sus días encerrada en su habitación así como le sucedío a su madre, que por el abandono al que tiene sometido a sus cuatro hijos, producto de su fracasado matrimonio con Gregorio, también más atento a que su cabello esté bien secado antes que llevar con urgencia a su esposa al hospital, que debido a su estado etílico ha caído al suelo clavándose cristales rotos de las copas en su pecho y está desangrándose. Con esta presentación, una tarde cualquiera de finales de verano, con un grupo de amigos apoltronados alrededor de esa putrefacta piscina y un cielo ennegrecido por la inminente tormenta, pese a no perder en ningún momento la sensación de sofocante bochorno que envuelve el ambiente durante toda la película, Martel adentra al espectador a un cúmulo de situaciones/circunstancias que se suceden en el tiempo narrativo, pero sin una estructura clásica en el guión. Las diversas acciones se encadenan como en la vida misma sin una trama central, sin nudo, sin un punto álgido, desde el que empezar a definir el desenlace. La suma de las diferentes subtramas con ejes fijados en las interrelaciones de los muchos personajes que anidan en la escena, constituyen, como en una granada, la fruta en su conjunto. Nada es explícito y nada queda resuelto. Es como asomarse por unas horas a la ventana de las vidas de estas dos familias, la de Mecha y su prima Tali (Mercedes Morán) , que acudirá de visita a la masia con su propia familia trás el incidente del principio.
Varias son las críticas que he leído tras el visionado de La Ciénaga, de Lucrecia Martel. Y opuestas sus opiniones. O bien la ensalzan como una magistral ópera prima de esta directora argentina, o bien, muestran estupefactos su rechazo y enfado por el sentimiento de tomadura de pelo, al no explicar nada, o nada interesante que haya por contar. Entre las filas de los decepcionados, se ha alzado, como estandarte, la acusación de presentar una narrativa pobre, con un exceso de planos prolongados; personalmente, este film me parece una delicia de contemplar, tanto a nivel visual como argumental.
La asfixiante atmósfera que consigue capturar a través de las imágenes, los diálogos y la interpretación es excelente, sobretodo por todo aquello que no se dice, por lo que se insinua con gestos, miradas y detalles. Las pinceladas, que los detractores han señalado como personajes poco definidos, permiten al espectador construir mentalmente cada una de las historias que nos muestra sin necesidad de un guión encartonado. Artficiosidad para unos, sutilezas para otros: La constante lluvia que amenaza en embarronar todo el paisaje inundando sus existencias sinsentido, los animales filmados, evidentes símbolos en cada una de sus apariciones: la vaca atrapada en el río, el conejo sobre la encimera, los perros sueltos y el ladrido del de los vecinos de Tali, que tanto asusta al pequeño Lucho, los peces que han pescado... Son elementos metafóricos que describen y acompañan a los personajes. También están las constantes alusiones a las heridas: las cicatrices de Mecha, el ojo ausente de uno de sus hijos, la cara magullada que le queda a Jose, el hijo mayor de los anfitriones, el corte de Luche en la pierna y su diente de más que le ha salido... Nada funciona correctamente en esta casa, se empeña en mascullar una de las protagonistas, y bajo esa perspectiva, difícilmente pueda hallar una solución a semejante desastre.
Pese a no haber una sóla escena de sexo, hay una elevada pulsión sexual, más allá de los límites convencionales, sin un sello con hechos que lo constanten. Eso me ha parecido entrever a mí, y diversas críticas que posteriormente he consultado han confirmado mis impresiones.
A lo largo de la película, se sostiene una gran tensión de que algo grave está por suceder, pero de todo lo que el espectador teme pueda ocurrir, nada sucede, más lo inesperado hace acto de presencia, cuando se pretendía evitar una desgracia mayor.



Me quedo pensando sobre el comentario que Tali hace al final del trailer.
Hay que hablar porque si no después es peor, las historias se repiten.

martes, 17 de junio de 2008

Aquellos eternos veranos

Las tardes de verano de mi infancia-adolescencia se caracterizaban por contemplar el proceso de descomposición de los restos de sandía en los platos todavía por recoger de la mesa, en los que las semillas terminaban por secarse bajo el sol, y los ronquidos de fondo de mi tío tumbado en el sofá, apropiándose del único ventilador del apartamento encarado justo frente a sus pies, mientras en el televisor no podía verse otra cosa que no fuera la vuelta ciclista. Como mi madre y mi tía sentían una auténtica aprensión ante la posibilidad de bajarnos a la playa en pleno proceso de la digestión, teníamos que formar guardia en casa por lo menos durante las dos horas siguientes a la comida, sumando a ello los peligros por sufrir una insolación si pisábamos la arena antes de las 4 de la tarde, no nos quedaba otra que pasar un par de horas larguísimas en el balcón jugando a las cartas, con el toldo echado, no fuésemos a derretirnos bajo el sol.
Recuerdo el olor a sardinas a la brasa en las noches de verano y el pollo a l’ast de los domingos, día en que mi madre se ahorraba cocinar, pero no quedaba libre de quitar la mesa, lavar los platos, hacer las camas, barrer y fregar. Aunque astutamente compartía esas tareas delegándonos a mí y mi prima parte de las consabidas labores domésticas, olvidándose deliberadamente de mi hermano y mis primos (todos varones), que se agenciaban las bicicletas dejándonos a nosotras el delantal colgado en la manilla de la puerta de nuestra habitación. Corríamos en protección de nuestras progenitoras, pero nos topábamos ante un muro de impotencia al recibir como único gesto de consuelo un resignado encoger de hombros por parte de estas.

Yo no se si los tiempos han cambiado para mejor o peor. Si los veranos siguen siendo esa época tan esperada en la que el tiempo parece detenerse y en tres meses de estío se sucede una vida entera. La gente ya no veranea en el mismo lugar año tras año, o puede que algunos sí lo hagan todavía, y cambian el frigodedo por el calipo, los garitos y chiringuitos con música pachanguera son sustituidos por discotecas, los cuadernos santillana y los remordimientos la última semana antes de volver al cole por no haber abierto ninguno. Ya no se si los amigos del instituto son echados de menos por su ausencia con el messenger al alcance todos los días del año. Lo que no se es si, en el fondo, no añoro tanto el hecho de que todas esas cosas hayan ido cambiando como que esos veranos ya no se repetirán más.


lunes, 9 de junio de 2008

(Anti)Faz - La misma película distinta banda sonora

¿Quieres bailar?
¿Por qué no?

Mohammad Rafi - Jan Pehechaan Ho



¿Quieres bailar?
¿Por qué no? (hace tiempo que nadie me lo pedía de una manera tan tierna. ¡ Menudos ojitos que me ha puesto! Últimamente los chicos con los que me cruzo se arriman a mí directamente como si esto fuera el mercado de carne al por mayor. Coger y trinchar. Ya está bien permanecer en este constante luto emocional que arrastro. Merezco darme una nueva oportunidad)

Bjork - Earth Intruders



¿Quieres bailar? (Esta es la cuarta a la que le entro esta noche, parece necesitada, con lo que no me resultará fácil terminar la noche con cierto éxito, además, parece de las que no espera que al día siguiente le llames por teléfono, es más, creo que que no es la clase de chica que da el verdadero número de teléfono, vamos a divertirnos por una noche)
¿Por qué no?

Artic Monkeys - Dancing Shoes (Rhythms del Mundo)

miércoles, 21 de mayo de 2008

Frikismo

Hace un par de días abrí un nuevo blog. No sabía en su momento, producto de una idea fulminante surgida a raiz de una entrada publicada por Renton en su blog, si este blog quedaría como anécdota y broma a aquel comentario, o bien acabaría desarrollándolo.

Me explico: El blog no requiere mucho esfuerzo, por así decirlo, se escribe solo. Más que sólo es el resultado de la suma de los comentarios que aporto en los diferentes blogs que frecuencio. La idea es publicar en cada entrada cada comentario que haga en cualquier blog. Por una parte es, una muestra más de mi egocentrismo y por otra, una forma de dar a conocer "más enlaces, más enlaces" los blogs que encuentro interesantes, o bien si voy a parar a alguna entrada que me pueda parecer oportuna difundir.
No es que mi blog lo visiten millones de personas a diario precisamente, pero me basta con que quien venga a parar aquí, o los lectores habituales, puedan tener en sus manos (concretamente en su dedo al clicar el botón de su ratón) el conocimiento de dichas entradas.

Probaré el experimento durante un tiempo y este mismo dirá. Tampoco es que últimamente bloggée mucho, y suelo comentar todas las entradas de los blogs que asiduamente visito (lo cual puede colapsar, pero bueno, con no leerlo si no se quiere es suficiente), y sí puede ser una forma de conocer espacios que no se habían visitado.

Ahí lo dejo por el momento. Los que me soportais en vuestros comentarios quedais advertidos.

Cambio de tercio,
Ayer no pude disfrutar de la primera selección de los candidatos a participar en Eurovisión, ohhh... que lástima!!! Tampoco seguiré la gala en su día, creo que ese día tengo hora para hacerme la pedicura, pero me mantendré informada (por cojones, digo, por presión mediática) del ganador/a/es/as (uff... esto de ser políticamente correcta es agotador/a).

Me voy a mojar, y sin haber visto a todos los participantes, mi favorito es el representante de Bosnia-Herzagovina.


miércoles, 14 de mayo de 2008

Número 4

Hay días en los que te apetecería acabarlos como esas series que dan por TV. La voz en off de la protagonista resumiendo la jornada, llegando a conclusiones de los acotencimientos vividos y concluyendo conflictos que no volverán a abrirse, pues habrá otros nuevos y diferentes para futuros episodios. Pero la vida no es una teleserie (esta frase, por real que sea, me suena de haberla oído precisamente en alguna de esas capsulitas de ficción simuladoras de realidad), lo digo yo, que no tengo ninguna cámara enfocándome que me de un respiro una vez ha dejado de grabar, ni lo digo bajo el dictado de un guión milimétricamente elaborado. Los focos no se apagan y aquí la historia no finaliza con un beso al final del capítulo, ni nadie cobra y se van tan contentos a casa. Aquí el beso no deja de ser el comienzo de una nueva fase (lo que sería la continuación de la trama en posteriores episodios) Nunca termina, vale, existen cameos, personajes a los que se les da de baja y nuevas adquisiciones, pero no hay finales cerrados para las historias. Es ahí donde quería ir a parar.
Me gustaría poder escribir algún tipo de moraleja, con rotundas y contundentes frases. Así pues, aunque la propia vida la vivamos en ocasiones como fragmentos que en forma de módulos pudiésemos extrapolar con su principio y su final, la historia continua. Y deberemos seguir esforzándonos, encabronándonos algunas veces, pero siempre, eso sí, con las ganas de volver a empezar a la mañana siguiente.
Retardar las reacciones hasta que comiencen a calmarse las emociones intensas y valorar las experiencias normales cotidianas.


miércoles, 7 de mayo de 2008

"La pena no es más que alegría agotada" (Kurt dixit)

Ya puedo hartarme de ir al cine (vale, tampoco voy tanto, ni como quisiera ni como la economía me lo permite), pero aunque así fuera, las propuestas que no llegan a nuestras carteleras son muchas veces infinitamente mejores.

Es el caso de Old Joy, mucho más suculenta y menos pedante que films que alcanzan la exhibición en múltiples salas del país gracias a una exasperante promoción, aun habiendo pasado sin pena ni gloria por festivales de prestigio, pongamos como ejemplo el de Berlín, y digamos sin menos sutilezas, que podría estar hablando de Elegy... Que sí, que por supuesto me alegro que el cine de casa (o hecho por alguien de casa) tenga su sitio bien acomodado, pero me repatea, lo he dicho infinidad de veces y lo seguiré repitiendo hasta la saciedad, que se queden sin mostrarse en la gran pantalla (salvo en festivales y demás que no todos podemos permitirnos ir a visitar) películas magistrales, de una gran calidad cinematográfica en todos sus aspectos: Fotografía, guión, música, dirección, interpretación... ¿Porqué son tan elitistas los circuitos por los que se mueven este tipo de película? Una cosa es que al cine independiente (el propiamente dicho, no ese otro que va de indie cuando sabemos que todo es pura fachada) no tenga recursos económicos para promocionar sus películas, pero me niego a pensar que hoy por hoy, no hay canales de información suficiente para que el público que esté interesado pueda conocer todo cuanto se crea. Al igual soy yo que me muevo poco, pero la información me llega siempre con retraso, y como retrasada que soy, necesitaría un listado de webs a las qué acudir para estar siempre al día de las novedades cinéfilas de todo el mundo. No sólo lo que a unos cuantos parece que les interese que vayamos a ver. Tendré que conformarme con estos pequeños grandes hallazgos. De tener a mi disposición todo cuanto podría gustarme ver, la falta de tiempo me provocaría casi peor desazón que el desconocimiento.

Después de esta introducción me adentro a no comentar en exceso la película en cuestión.

Aparentemente, dos tipos más allá de los 30 paseando por el bosque en busca de unas aguas termales puede no atraer demasiado. Más si alguien te da el chivatazo de que durante la poco más de una hora de peli no sucede nada, resulte menos atractivo su visionado, pero, si alguien te dice: Tienes que verla por varios motivos, la cosa cambia.

El fascinante viaje al mundo de las sensaciones/sentimientos/pensamientos que irremediablemente vas a experimentar mientras la ves. La balsámica banda sonora que acompaña unas imágenes apacibles y nostálgicas. La sensibilidad con la que la directora capta y emana a través de todos los poros del celuloide, el intento de reconstruir lo que una vez fue y no volverá a ser entre dos amigos que ya nada tienen en común, salvo el cariño que los años les ha mantenido uniendo en sentimiento. Los silencios, mucho más llenos de contenido que todos los posibles vácuos diálogos con los que podrían haber pretendido tratar de explicar lo que con unas miradas y gestos tan bien describe la historia que nos están narrando... Estos serían algunos de los motivos para verla.

Uno de los personajes (Kurt) en un momento álgido del metraje afirma la siguiente frase: Nunca me he metido en nada de lo que no pueda salir. Alejándose con ello de toda responsabilidad y compromiso convencional. Aun así, en la escena final, aparece vagando por esas calles de paisaje nocturno entre las luces de la ciudad, perdido y sin rumbo, buscando... (y aquí quien la ve, tiene libertad absoluta de pensar lo que quiera)

Más información sobre Old Joy en: no-wave! (Trailer incluido)

sábado, 3 de mayo de 2008

Etapas

Te juro que lo he notado. Estaba en casa y he oído como algo rodaba en el piso de arriba. Las paredes empezaban a resquebrajarse y a temblar, el techo cedía ante la inminente falta de sujeción, entonces de repente he sentido como este se derrumbaba sobre mi cabeza. El vértigo se ha apoderado de mí y todo a mi alrededor ha comenzado a girar, a dar vueltas. La vista se me ha nublado y me he desplomado en el suelo al desmayarme.

Al recobrar el conocimiento todo volvía a estar en aparente orden. Me he arrastrado hasta la cama. Mi cabeza sufría un incesante martilleo. Ha sido entonces cuando las sábanas han engullido la poca cordura que me quedaba y unos grilletes de cuero han aparecido en mis muñecas y tobillos. Inmovilizándome. Sin otra opción que seguir vigilando el techo.

martes, 22 de abril de 2008

Historias de la condición humana

En la consulta del médico:

A:Perdone, ¿Sabe si el doctor está visitando?

B:Hace diez minutos que espero y no he visto entrar ni salir a nadie.

(Silencio)

A:¿A qué hora tenía usted cita?

B:Uff, pasa ya media hora desde que me tocaba entrar.

A:Siempre hacen lo mismo. Dan una hora y luego te tienen esperando como si no tuviesemos nada más que hacer en todo el día. No se porque no lo tienen en cuenta.

B:Sí. Programan visita cada diez minutos pero siempre van con retraso. Aunque mejor así, pues yo personalmente no acabaría de sentirme satisfecho si el médico me ventilase en un plis plás. Vamos, digo yo que para algo pago impuestos, para que me traten como a un ser humano y no como si se tratase esto de una cadena de montaje, en la que las personas somos latas de tomate sobre una cinta transportadora y el médico se limitase a ser un verificador. Aunque a veces pienso que se semeja más a esto que describo de lo que a mí me gustaría. En perfecto estado, pase y hasta la próxima visita; defectuoso, lo aparto del resto de productos y, en lugar de colocarlo en el montón de desechos lo envío a un especialista.

A:Sí, cuando no te mandan hacer pruebas pero con la lista de espera pendiente puedes tardar tres meses. Con un poco de suerte, para entonces o bien te has curado de forma natural o te has muerto.

B:Lo peor es la gente que colapsa los servicios por tonterías.

A:Ya te digo.

(Silencio)

A inquieto en su asiento empieza a mirar su reloj convulsivamente cada cinco segundos. Se levanta y llama a la puerta golpeándola sueavemente con sus nudillos. Acto seguido abre la puerta.

A: Sí, sí, disculpe, ya espero, pero como llevamos rato esperando y no vemos salir ni entrar a nadie pensábamos que no hubiera nadie... sí, sí, comprendo, perdón.

B: ¿Hay alguien?

A: No se, no he podido verlo. Sólo me han dicho que espere que ya me llamarán, que haga el favor de tener paciencia y educación al ver una puerta cerrada. ¡Si es que encima te hacen sentir mal cuando son ellos los que van con retraso!

B: Pues sí. Y si encima se te ocurre llegar tarde te colocan al final de la lista y entonces ya sí que puedes dar por perdida toda la mañana.

A:Ellos te pueden hacer perder todo el tiempo que les de la gana pero a ti ni se te pase por la cabeza pensar que comprenderán que no has encontrado aparcamiento, con lo mal que está esta zona para aparcar. Te jodes y otro día sales de casa con dos horas de antelación... Esto es lo que me vino a decir un día una de esas enfermeras estiradas que corren por aquí. Como ellas ya tienen su plaza fija les da lo mismo si a los demás nos pueden echar del trabajo.

B: Yo ya estoy retirado pero vamos, no me gusta pasarme toda la mañana aquí cuando tengo otras muchas cosas mejor que podría estar haciendo.

(Silencio)

B: Seguro que están de cháchara.

A: O será la hora del almuerzo. Como son funcionarios se toman el tiempo que les da la gana.

(Silencio)

Se abre la puerta. Sale una mujer con bata blanca y pasa lista. Después de cinco nombres no respondidos, al sexto A asiente. Pase, le dice. A se levanta, olvidándose por completo de su compañero de espera y se adentra en la consulta. Cierra la puerta.

(Mascullando) B: Y encima entra primero, cuando yo estaba antes...



De alianzas livianas que se unen en contra de un enemigo temporal y complicidades vácuas en función del lado en que uno se encuentre.


A se levantó el lunes por la mañana y decidió que no acababa de encontrarse del todo bien como para acudir al trabajo. Pidió hora a su médico de cabecera para ver si le daba la baja.

B tiene 70 años, cada semana asiste a la consulta por diversos achaques de salud. Tiene en casa un arsenal de cajas de paracetamol como resultado de sus visitas.

lunes, 14 de abril de 2008

She must(i) be crazy

Me subes, me elevas. Dices: No soy yo, eres tú.
Dame un punto de apoyo y nada impedirá que
Podamos saltar con pértiga.

Un ligero empujón, una sacudida,
me expulsa de golpe del maldito torbellino.
Y nada aspira más a/hacia ti que
la fuerza que me das.

Mi necesidad no es debilidad,
No somos una extensión del otro,
Es la sinergia para avanzar,
Para ser un todo, no fracciones despedezadas.
Y fluye, seguirá fluyendo por muchos años.


viernes, 4 de abril de 2008

Destellos

Por esta época del año siempre me asaltan los mismos recuerdos de adolescencia: Cuando iba al instituto y me pasaba las horas faltando a las clases, sentándome al solecito o buscando una sombra y algo de brisa cuando el sol pegaba tan fuerte que empezabas a sudar. Es un recuerdo que cada primavera vuelve a mí y lo añoro tanto... Si algo echo de menos de aquella fase de mi vida es precisamente esa sensación en la piel, esa exaltación del sentido olfativo. Los olores, y no me refiero a desagradables aromas de ajenas axilas, está en el ambiente, que se yo, las flores... aunque poco se precibe en la ciudad, los árboles, el sol, el olor que desprenden los objetos al calentarse, que parecen salidos del largo sueño al cual les ha sometido el frío del invierno. Creo que no he vuelto a sentirlo así nunca más. Extendería esa sensación a mis mañanas-tardes en el campus universitario, pocos meses que pasé en él y que se resumen a horas de alegre pastoraje en sus zonas cespeadas durante el buen tiempo y largas partidas de cartas en la cafetería de la facultad en épocas de más frío.¡Dios! Volvería atrás sólo por recuperar esas horas tan improductivas para mi futuro. Futuro que ya ha llegado y puedo afirmar que todas esas horas perdidas no me han supuesto ningún beneficio para la actualidad. Al menos en el sentido que entienden los adultos, bienestar profesional y económico. Pero no me arrepiento, en el fondo, porque no habría experimentado todas esas sensaciones, o no con la misma intensidad que las rememoro. A fin de cuentas, esta soy yo. Si hubiera aprovechado el tiempo en su debido momento (lo dice mi yo adulto y responsable, no mi ser emocional y sensitivo, lo cual no debería estar reñido, pero en mi caso así es), ahora gozaría de una calidad de vida más óptima, la cual me permitiría envejecer considerablemente mejor en muchos aspectos. Pero si entonces me importaba poco, ¿Porqué debería preocuparme ahora? No espero mucho de mi vejez, o no más de lo que esperaba de mi presente cuando todavía no era ni un proyecto difuminado. No soy muy previsora. Luego podría decir que no vivo planeando el futuro. Tampoco soy de las que vive el presente, pues siempre me ha parecido una mierda mi situación actual, sea hace diez años, sea la semana pasada. Digamos que vivo en un futuro incierto para huir de la realidad en la que cualquier reminiscencia sabe mejor. Así llego a la conclusión que dentro de cinco años, lo que ahora estoy viviendo me parecerá fantástico. Podría con esto, llevarme a todo eso de apreciar lo que se tiene antes de perderlo. No será por ganas e intentos de las veces que lo he tratado de llevar a cabo, pero no termina por ser real, o por lo menos, no acabo de creérmelo. La fe no tiene porque tener nada que ver con la realidad. De hecho, la gente se aferra con más fuerza a sus creencias cuando lo que le es real deja bastante que desear. Y existimos algunos que, incluso, la propia fe es de por sí un desperdicio.